¿Quieres conocer una escuela? Revisa sus baños.

La herramienta de mapas de Google ahora te ayudará a encontrar baños limpios en tu ciudad
Foto: larepublica.pe

La idea, por supuesto, no es mía. Es del hermano lasallista Felipe Pérez Gavilán, de quien tuve el honor de ser alumno durante mis estudios en la licenciatura en Ciencias de la Educación, en la ciudad de Monterrey. En aquellos entonces, mi comprensión de la afirmación era tan limitada como mi experiencia real en el campo educativo, y durante muchos años representó para mí un aforismo ingenioso que describía la capacidad de la escuela para que sus conserjes tuvieran baños relucientes como prioridad.

Empecé a comprenderlo mejor unos cuantos días después de convertirme en director de una escuela secundaria. Los baños estaban justo al lado de mi oficina, por lo que tenía muchas oportunidades para visitarlos durante el día. Así, casi de inmediato, descubrí que entre mis alumnos había algunos artistas plásticos en potencia que, junto con el sector de la acción poética de la secu, buscaban desarrollar su arte en los mosaicos y puertas de los baños. Todo a un nivel entre vulgar y rupestre, pero definitivamente con futuro en el mundo del arte y la comunicación.

Sin embargo, era mi obligación recordarles pautas reglamentarias tanto como orientarlos hacia el uso de lienzos más dignos. Como todo educador sabe, la mejor manera de extinguir una conducta inadecuada es conseguir que el o los responsables experimenten una consecuencia inmediata, relacionada directamente con la naturaleza y gravedad de la falta. Es decir, si algún chamaco trae un chicle en clase, lo más sensato es pedirle, con firmeza pero sin aspavientos que, tire su chicle a la basura, envuelto en algún papelito. Y nunca jamás un chicle debería ser causa de una suspensión, por ejemplo. Con esta consigna en la cabeza, me di a la tarea de visitar salones para explicarles lo importante que era mantener los baños y el resto del edificio en buenas condiciones en beneficio de todos, y que si alguien reconocía haber escrito consignas revolucionarias en las paredes del baño, agradecería mucho me visitara en la dirección.

Por supuesto, nadie me visitó con ese propósito en la oficina. Y, claro está, siguieron apareciendo dibujos de partes muy específicas de la anatomía masculina, seguramente motivo de mucho interés para algunos de mis alumnos en el despertar de su adolescencia. Así que decidí complementar mi estrategia pidiéndole a la señora encargada de la limpieza de los baños que antes de limpiar dibujos y rayones, me avisara, para estar al pendiente. Dibujos y rayones continuaron apareciendo, haciéndome evidente que la famosa estrategia del aeropuerto era insuficiente para controlar adolescentes apasionados por la vertiente anónima y grotesca de la comunicación.

Resultado de imagen para cerrado por mantenimientoAsí que se me vino a la mente una estrategia más atrevida. Imprimí un cartelito, lo enmiqué, y al momento en que la señora de la limpieza me reportó la aparición de una nueva obra de arte que haría sonrojarse al mismísimo Marqués de Sade, cerré la puerta del baño con llave y colgué de la puerta el cartelito de marras, que decía: «Cerrado por vandalismo. Disculpa las molestias que esto te ocasione.» Indiqué a mi aliada en la cruzada por los baños pulcros que limpiara, como antes, el ingenioso grabado, pero que mantuviera los baños cerrados hasta el día siguiente.

Reconozco que la medida hacía que pagaran justos por pecadores. Todos los chicos que recibían el llamado a colaborar con el ciclo del agua en el planeta tenían que bajar dos pisos para ir a los baños del patio de recreos. Ahora sí recibí visitas múltiples relacionadas con el tema. Ninguna para decir «yo soy el que busca señor, director; no castigue a los demás por mi culpa». Al principio eran chamacos que me preguntaban por qué cerraba, y si ya sabía quién había rayado los baños. Salían con una sonrisa pícara de mi oficina cuando recibían en mi respuesta la confirmación de que el artista, de quien ellos conocían identidad, salón, escritorio exacto y gustos personales, aún no había sido identificado.

Conforme la medida se repetía, las sonrisas se fueron transformando en fastidio, y en reclamos (pienso que justificados) del por qué debían pagar todos por la falta de uno. A lo que yo respondía que también era derecho de todos disfrutar de baños funcionales y limpios, así como era derecho de la señora del limpieza concretarse al trabajo ordinario en los baños, y no perder tiempo removiendo marcadores indelebles. Haciendo uso de  mi autoridad me sostuve en la medida.

Unas cuantas semanas después, y de manera casi imperceptible para todos en la secu, dejaron de aparecer las pintas en los baños y, por ende, permanecieron abiertos para todos los estudiantes. Aunque conseguí tener sospechas bien fundadas acerca de la identidad del publicista de water, jamás tuve la evidencia suficiente como para imponerle la sanción reglamentaria. Sin embargo, supe que sus compañeros, al principio divertidos por mi infructuosa cacería, terminaron por censurarlo y exigirle dejar de causar el perjuicio molesto que tenían que padecer cada que aparecía el cartelito de «cerrado por vandalismo».

A partir de ese momento, y durante unos 8 años, fue relativamente sencillo mantener los baños de la secundaria con los muros limpios y libres de graffiti.

Esta experiencia me vino a la mente al visitar hoy los baños de otra institución educativa. Y si bien no hay graffitis ni groserías en los mosaicos del baño, me resultó evidente el descuido y la falta de limpieza. Recordé al hermano Felipe y su aforismo. Una escuela se conoce por sus baños porque estos permiten evaluar el impacto de muchos de los esfuerzos educativos de aquélla.

Los baños reflejan la forma en que cada uno de sus usuarios se considera parte de una comunidad. Hablan de la forma en que cada individuo considera el derecho del otro a un espacio limpio y agradable. Habla del trato que hay entre estudiantes y maestros, del clima escolar en general. Demuestran la capacidad de una institución educativa para formar sujetos autorregulados, al ser un espacio íntimo que escapa, por necesidad, del toda supervisión. Y hablan también del impacto de tareas formativas como el autocuidado, higiene, cultura sustentable, etc. Y, cuando los baños están rayados, también hablan del éxito de esa escuela en la enseñanza de la ortografía.

Así que si usted está buscando escuela para sus hijos, no olvide echarle un ojo a los baños. Y si usted trabaja en una escuela, échele un ojo a conciencia para identificar esos retos cotidianos que hacen tan entrañable el trabajo educativo.