La importancia del árbitro.

Hace ya muchos kilos, cuando todavía me quedaba cabello por peinar, fui un jugador de fútbol más o menos decente. Como muchos mexicanos, dedicaba varias horas a la semana a patear la pelotita en compañía de otras personas, fanáticas del juego como lo era su servidor. Además de los meniscos destrozados, puedo asegurar que el fútbol me dio mucho más de lo que yo le di al deporte-poema.

En el momento cumbre de mi amateurismo pambolero, fui invitado por un amigo a enrolarme en un club de fútbol semiprofesional que tenía el pintoresco nombre de “Cobras”, de Cocula, Jalisco. Tirábamos de patadas cada domingo, con otros equipos que formaban una liga municipal. Siendo Cocula una población a medio camino entre lo rural y lo urbano, cada visita era la oportunidad de conocer un poco más de la vida en aquella querida región. Había un par de estadios municipales, con canchas de buena calidad, y varios potreros que se convertían en coliseos durante los fines de semana, con tribunas que llenaban los familiares de los jugadores, sedientas de la sangre de los contrincantes. Aquellos años que fui el carrilero derecho de “Cobras” siguen siendo un recuerdo entrañable, y una escuela de humanidad, que el día de hoy sigo agradeciendo.

Uno podría imaginarse que lo más esencial del fútbol se vive en la final de la Copa del Mundo cada cuatro años, o en la Liga de Campeones de la UEFA. O, con otra proporción pero también legítima, en las tribunas de la Liga MX, apoyando a las Chivas rayadas, la Máquina de la Cruz Azul, los Pumas de la UNAM, o al infumable América. Creo que esto es un error, pues si estos eventos generan una gran pasión, se debe al arraigo que tiene el fútbol como el juego preferido en los pueblos y las barriadas de las ciudades. Juan Villoro encontró una expresión exacta para describir el fenómeno de identificación y representación simbólica que genera el fútbol: “Los once de la tribu”, los elegidos que cargan sobre sí el honor de un puñado de familias, de un barrio, una población, una clase social. Créanme, las “tribunas” de una cancha llanera pueden ser tan o más pesadas que la de un estadio de malosos, como el Nou Camp, de León.

Recuerdo con claridad un partido que jugamos en una cancha (es un decir), que estaba literalmente colgada en la ladera de un cerrito, no muy lejos de Cocula. Para aquella temporada habíamos fichado a un excelente 2 en 1. El Padre Ramón era el joven diácono de Cocula. Así, ganábamos para el equipo el apoyo divino, junto con un delantero muy veloz que además tenía un letal remate de cabeza. Pues en aquella ocasión, los jugadores del equipo contrario (no recuerdo el nombre), quienes eran ateos o no tenían temor de Dios, se surtieron a patadas a nuestro padrecito a todo lo largo del primer tiempo, y por todo lo ancho de la cancha (es un decir).

Hasta que, después de recibir una barrida capaz de talar un árbol de guamúchiles, nuestro clérigo goleador se olvidó de la prudencia eclesial, se puso de pie de un salto, y le puso un pechazo al agresor al son de un “¡ktraispndejo!”. Acto seguido, los treinta y tantos aficionados del equipo local, en su mayoría mujeres, invadieron la cancha emitiendo unos sonidos que, aún el día de hoy, no sabría decirles si eran gritos de Valkirias, o aullidos de mariachis. Ante la embestida contraria, adoptamos la formación defensiva que todo llanero conoce, y que ha salvado la vida a tantos futbolistas amateur: espalda con espalda, puños en alto, y chin-chin al que se raje. De poca ayuda resultaban las manos consagradas de nuestro curita, así que le pedimos mejor prepararse para tirar guamazos.

Sin embargo, después de un par de minutos de lo que el célebre “Perro” Bermúdez denomina “se armó el traca-traca” (es decir, empujones, más pechazos, más gritos de señoras y más dosis de “¡ktraispndejo!”, y otras tantas de “¡lquekierasptito!”, en medio de la trifulca se alzó serena, pero firme, la figura del árbitro separando gladiadores, mandando a las señoras a las gradas, sacando un par de tarjetas rojas (una por equipo, para equilibrar), señalando un punto en el terreno y levantando la mano derecha, para indicar que el juego debía reanudarse con un tiro libre indirecto a favor nuestro.

Huelga decir que llovieron todavía otros muchos insultos, tanto para el sacrificado nazareno como para su estoica madrecita. Pero el árbitro, transfigurado en estatua de marfil, mantuvo la sanción, fruto de su interpretación del reglamento, hasta que todos, rechinando los dientes, se colocaron de nuevo en posiciones para dar continuidad al partido. Después de ese incidente, el partido concluyó en medio de una calma chicha, con un salomónico empate a 1 como resultado, y un hombre de Dios mascullando entre dientes, antes de subirse a la pick up oficial del equipo “xingoamimadresilesvengoacelebrar, hijosdesutiznadamá…” Es decir, sin incidentes qué lamentar.

A pesar de la antipatía que nos genera, el árbitro es un factor sine qua non para la realización del juego. De no haber estado el árbitro para aplicar el reglamento con claridad y firmeza, a pesar de las protestas de tirios y troyanos, el juego habría terminado aquella tarde en batalla campal. Prácticamente nadie de los que estábamos en aquella cancha conocíamos el nombre de aquel árbitro, lo que permitía que, a pesar de la calentura del momento, todos aceptáramos, en cierta medida, la imparcialidad de la decisión, aunque esta pudiera no ser del agrado de la concurrencia. Así son las reglas. Y sin reglas ni árbitro, existe el juego. Así de fácil. Más que un mal necesario, el árbitro es la garantía de que el juego podrá transcurrir sin traspasar el límite de la violencia.

Esta metáfora aplica también para nuestro orden republicano. Hace mal el presidente en calentar a la tribuna acusando al árbitro por marcarle una falta en la elaboración de su “Ley de la Industria Eléctrica”. La tarea de los jueces no es ser populares, sino interpretar las reglas del juego, contenidas en la Constitución, y sancionar lo que ellos contemplan. ¿Puede haber casos de jueces corruptos? Sí, y para eso hay una comisión que los disciplina, sanciona o suspende. Pero es muy peligroso que el jugador más fuerte, más popular sobre la cancha, diga desde el círculo central, que el árbitro está vendido. Porque no solo pone en riesgo la integridad del árbitro. También puede echar a perder el juego, con consecuencias qué lamentar.

Empujar la vaca.

Una breve historia.

Un maestro con su discípulo caminaban por la montaña. En un paraje sumamente aislado divisaron una casa, y se dirigieron a ella. Encontraron a la entrada de la misma a un hombre, evidentemente flaco por los años de carencias. Ningún animal se veía en el corral desgastado, y unas pocas plantas de hortalizas se arrastraban penosamente en un huerto casi seco. Una mujer abrazaba a un niño famélico, bajo el quicio de la puerta. El joven aprendiz miraba consternado ese dramático cuadro, cuando escucho la voz de su maestro, dirigiéndose al dueño de la casa.

«Buenas tardes, amigo. No hay muchas personas cerca con quiénes intercambiar cosas. ¿Cómo hacen para sobrevivir?», preguntó el maestro.

«Pues tenemos una vaquita, que está por allá, cerca del barranco. Todos los días la ordeño, y la mitad de la leche la vendo en un pueblo, que queda demasiado lejos de aquí, y la otra mitad la utilizamos para sacar crema y queso para nosotros», respondió el dueño de aquella casa, quien invitó a ambos visitantes un vaso de agua. Después, se despidieron cordialmente.

Antes de alejarse demasiado de la propiedad, el maestro se sentó en una roca, y se dirigió a su discípulo: «¿Viste la situación de estas personas? Ve hasta donde está la vaca, y luego tírala por el barranco?» El joven miró a su maestro con incredulidad, pero al no encontrar asomo de duda en su cara, caminó sigilosamente hasta donde estaba la vaca, y la empujó por el barranco. Por supuesto, la vaca murió al caer. Y aquel joven siguió su camino con el corazón lleno de culpa y arrepentimiento.

Un par de años después, el joven discípulo, corroído por el recuerdo de aquel día y deseoso de reparar el daño hecho a aquella pobre familia, abandonó a su maestro, y regresó a la montaña, hasta encontrar la casa perdida en el paraje aislado.

Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró aquella casa solitaria completamente transformada. El huerto estaba lleno de plantas saludables, que se doblaban por tantos frutos. Unos cuantos árboles frutales crecían lozanos al fondo. La mujer vigilaba a un niño que ahora lucía unos cachetes colorados, mientras abrazaba un bebé rozagante. Y en el corral, había no solo una nueva vaca -con un becerrito-, sino varias gallinas y unos cuantos corderos.

Con la quijada arrastrando, el joven llegó hasta donde estaba el dueño de la casa, quien lucía ahora una curiosa barriga, y se presentó como el joven que les había visitado un par de años antes, acompañando a un viejo maestro.

«Claro que te recuerdo, muchacho», dijo sonriente el hombre.

«¿Qué pasó aquí? ¿Cómo es que todo se volvió tan próspero?», balbuceó el joven.

«Mira muchacho: sucedió que un día afortunado, la vaca que teníamos se cayó por el barranco. Y al vernos sin nada, tuvimos que intentar hacer cosas nuevas, y aprender otras habilidades. Con ello, descubrimos que podíamos mejorar nuestra situación. Y mira, ¡no vamos tan mal!», dijo con orgullo el joven granjero.

Hasta aquí la historia. Ahora hay que tratar de encontrarle relación con nuestra realidad.

Frente al dilema que nos plantea la próxima jornada electoral, por la lamentable calidad de los candidatos de todos los colores, lo peor que podemos hacer es renunciar a nuestro derecho a participar ejerciendo el voto. Quienes percibimos con preocupación la clara deriva autoritaria de este gobierno, hubiéramos querido tener una alternativa clara, atractiva, sólida, y democrática enfrente. Lamentablemente, no es así, pues los partidos opositores al eje morenista tampoco están interesados en reconocer errores y trabajar por consolidar instituciones ciudadanas que resten fuerza a los partidos y gobernantes. Esos compas ya están muertos, nomás no les han avisado, como dice la canción del Jáisenber.

Frente a este panorama desolador, tengamos muy claro que lo que está tronado es nuestro sistema de partidos (como la vaca de la historia), no la democracia. Si apreciamos los beneficios de la democracia, debemos luchar por defenderla. Es muy difícil acotar el poder, y si cedemos más terreno del que hemos perdido en estos dos años, tardaremos mucho en reconstruir lo derrumbado. ¿No me creen? Vean a Venezuela. ¡Tantas veces nos dijeron exagerados, pero cada paso del presidente y su servidumbre nos llevan en la misma dirección que aquella nación hermana!

O.K. Estamos de acuerdo (creo) en que la democracia sigue siendo una forma de gobernarnos deseable. Parafraseando a Churchill, la democracia apesta; pero no tenemos nada mejor con qué reemplazarla hasta ahora.

¿Votar por los candidatos de Morena? Si usted quiere seguir dándole la oportunidad a este ¿partido? porque todavía cree que algo bueno puede salir de este gobierno, le recomiendo que vote por el candidato a gobernador, o hasta por su presidente municipal. Si esa agrupación política merece una oportunidad, se la debe ganar en el nivel más cercano a las necesidades más verdaderas: las tuyas y las mías. Pero de ninguna manera recomiendo votar por sus candidatos a legisladores. Esto es nuevo, y es importante. Si podemos organizarnos para empujar el voto para plantarle un contrapeso a la voluntad hoy todopoderosa de AMLO, debemos, por primera vez en la historia moderna de nuestro país, concentrarnos en la importancia del legislativo para ello. Para detener la deriva autoritaria, hay que quitarle la mayoría calificada a Morena en la cámara de diputados, y evitar que se haga del control de las legislaturas estatales.

¿Esto quiere decir resignarnos a sostener a partidos escleróticos, comodinos y deseoso de, en un descuido, hacerse de todo el poder que López Obrador ha concentrado en la figura presidencial? De ninguna manera.

Nuestra tarea, y tenemos muy poco tiempo para llevarla a cabo, es hacer visible nuestra voluntad de querer el cambio en el sistema de partidos, y obligarlos a adoptar nuestra agenda. Madurar como ciudadanos, dejar atrás la infancia democrática para hacer valer nuestro interés. 

Temas que debemos exigir a los representantes que nos imponen los partidos de oposición a Morena:

  • Un plan claro para terminar con la creciente inseguridad, que claramente ponga un plazo final a la militarización de los cuerpos de seguridad;
  • Un plan económico de recuperación que integre estímulos fiscales y apoyo a pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleos generan en el país;
  • Avances reales en la agenda de género: fin a la violencia contra las mujeres, equidad de género en oportunidades y remuneración, reapertura de estancias infantiles y refugios, y poner sobre la mesa, con seriedad y voluntad, el derecho a decidir;
  • Exigir una política energética que honre los acuerdos que México ha firmado, comprometido en la construcción de una economía sustentable, basada cada vez más en energías limpias y renovables. Fin a la política de energías fósiles, por el futuro de nuestros hijos;
  • Rescate de los órganos autónomos que tienen el mandato de supervisar a los poderes. El rumbo que teníamos no era erróneo, y si había que corregir excesos y corrupción, concentrarse en ello. La tendencia democrática es acotar el poder, no concentrarlo, como lo ha hecho la 4T.

Para ello, debemos dejar la comodidad de la queja en redes sociales, para acercarnos a los vecinos, identificar a los candidatos, y contactarlos para sentarlos en nuestras colonias, en nuestras casas, o al menos en nuestras reuniones de zoom, a escuchar nuestras exigencias.

Finalmente, dos tareas más: 

  • Elijamos un partido de relleno (o dos) y propongámonos trabajar porque pierdan su registro. Todos los partidos lucran a partir de su registro, pero se esmeran por eludir la tarea de representación. Pero los partidos rémora son especialmente perjudiciales, pues representan intereses corporativos que se ponen al servicio de los partidos más grandes, sin convicciones ni preferencias (PVEM y PES), para apoyar sus campañas. Elijamos uno, y hagamos campaña para que nadie vote por él (yo propongo el PES, y desde ahí podemos seguirnos con los demás, una elección a la vez). Si además de promover -razonadamente- una acción de este tipo, la hacemos visible, la volvemos tendencia, los partidos políticos tendrán una probadita de lo que haremos los ciudadanos con diálogo, intención y organización.
  • Promovamos el voto. Lecciones desde Caracas: la mucha queja, el juicio del otro, no gana elecciones. El partido en el poder siempre tiene la ventaja del manejo del presupuesto, que pone a su disposición la generación de clientelas electorales. Para contrarrestar esta notable ventaja, se tiene que generar un tsunami de votos, similar al que puso a la mafia morenista en el poder.

En conclusión, si queremos que este país tome un rumbo distinto al que López Obrador ha marcado (y sabemos que no va a cambiar si no tiene contrapesos enfrente), tenemos que salir de nuestra comodidad para convencer a nuestro metro cuadrado sobre la importancia que tiene la próxima elección. No echemos la experiencia de estos útlimos dos años en saco roto.

El control de la pandemia: el único tema.

Cualquiera nos podemos contagiar, pero a sabiendas de las posiciones ambiguas de este científico renegado, y su comportamiento en las playas de Zipolite, a mí lo que me genera es la certeza de que quien nos debía llevar a puerto seguro en medio de la tormenta, cayó por covidiota.

Todos los días caemos redonditos en la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pocas personas creen todavía el cuento infantil de que las mañaneras son un ejercicio de comunicación circular, pues es el presidente jamás ha enfrentado una pregunta incómoda. Ni una sola. Hoy es claro que cuando surge algún tema que contradice la imagen de su gobierno, evade la pregunta, da clases de historia (de secundaria) o se lanza con todo contra los medios que considera conservadores, fifís, adversarios, o todo a la vez. De esta manera, hemos vivido ya once meses de confinamiento a causa de un manejo desastroso de la pandemia por COVID-19, sin que en ningún momento se haya podido siquiera considerar un cambio de estrategia.

Y este debería ser el tema principal de la agenda pública: la solución de la pandemia. El día de ayer llegamos a la cifra simbólica de 180 mil fallecidos, según las cifras oficiales. En julio del año pasado, con la misma soberbia con la que sigue enfrentando la tragedia, Hugo López Gatell (nuestro zar antipandemia… ¡nos alcanzó nuestra revolución de octubre!) anunció que el total de muertes esperadas por esta pandemia serían de 30 mil fallecidos, y en un escenario muy catastrófico, 60 mil muertes. Bueno, llegamos a 3 escenarios catastróficos, conscientes de que el subregistro nos proyecta a un número entre las 360 mil y 450 mil muertes. Una tragedia que sólo conocieron aquellos de nuestros viejos que vivieron la Revolución Mexicana, por allá de 1910.

Si desde el principio de la pandemia la estrategia del gobierno federal fue sentarse a esperar la «inmunidad de rebaño», culpando a los muertos de su trágica suerte, el día de hoy, después de tantas historias truncas, uno esperaría al menos un poco de empatía de parte de nuestras autoridades. El sábado pasado, el mismísimo López Gatell anunció estar contagiado de esta enfermedad. Como el presidente, su privilegio le permitirá supervisión, oxígeno, atención y hasta tratamientos experimentales. Suerte que no tienen la mayoría de los contagiados en este país. Cualquiera nos podemos contagiar, pero a sabiendas de las posiciones ambiguas de este científico renegado, y su comportamiento en las playas de Zipolite, a mí lo que me genera es la certeza de que quien nos debía llevar a puerto seguro en medio de la tormenta, cayó por covidiota.

El destino quiso que mi confinamiento por COVID estuviera completamente sincronizado con el del presidente de México. Cruel coincidencia. Una vez que fui dado de alta, experimento un estado de ánimo permanente: un temor profundo a contagiar a las personas con las que tengo contacto y, especialmente, a mi familia. He conseguido nuevos cubrebocas, y cuando voy al súper procuro usar el doble cubrebocas. Sí, por mi propia protección (no quiero ser un caso de recontagio), pero también para proteger a los demás. Mi cuarentena la viví solo en una casa prestada, y recuerdo la angustia que experimenté al recibir un encargo de medicamentos, ante la posibilidad de contagiar a un repartidor quien, seguramente, no tendría la misma facilidad que yo para dejar de ir al trabajo durante dos semanas. Por su parte, el presidente solo pudo exasperarse ante la pregunta de si iba a usar el cubrebocas. Para alguien que ha centrado su proyecto en sí mismo, la empatía es solo una palabra rimbombante. Una tragedia.

Y esto porque, aparejada al temor de perder la vida ante este cruel virus, está la profunda crisis económica en la que se encuentra todo el país, con la misma falta de empatía del presidente de la república. Mientras la mayor parte de los países dedicaron una parte considerable de sus presupuestos a apoyar a la población y cuidar los empleos, el presidente de México, con crueldad neroniana, se dedicó a ver el desplome económico del país, mientras nos cantaba canciones de corrupción, soberanía eléctrica y aeropuertos disfuncionales. Como mi repartidor de medicinas, la mayor parte de los mexicanos no pueden seguir encerrados sin arriesgarse a morir de hambre, literalmente.

Por esto, debemos dejar de caer en el juego del presidente, y regresarlo todos los días a una sola exigencia: una estrategia pública, viable y eficaz para disminuir el número de muertes y contagios en el país. De eso depende todo lo demás, pues la reactivación de la economía requiere de la posibilidad de regresar a escuelas y espacios de trabajo con seguridad, sin el temor permanente de ser parte de las trágicas estadísticas que se recitan en el pregón vespertina.

Ha iniciado, supuestamente, la etapa de la vacunación masiva. Exijamos, todos los días, la compra de vacunas y su aplicación de la manera más eficaz. Y cuando el presidente intente distraernos, regresemos a este tema fundamental. Y cuando el presidente nos dedique un «Ya chole», sigamos. El presidente, y su gobierno, está para atender las necesidades de los ciudadanos. No al revés.

Tumbar a Salgado Macedonio

No debería ser un misterio para nadie que, contra viento y marea, Félix Salgado Macedonio avence en su aspiración de gobernar el estado de Guerrero con todo el apoyo de Morena y del presdiente Andrés Manuel López Obrador, que para efectos prácticos son lo mismo.

Con dos procesos «abiertos» (bloqueados gracias a su enorme influencia en Guerrero) por violación, es indignante que en la mañanera el presidente López ignore el reclamo de víctimas y mujeres -de su partido y ajenas a él- para descartar las acusaciones porque estamos en temporada de elecciones. ¡Vaya sinvergüenza!

Hasta el momento, los reclamos de las feministas de Morena (han demostrado ser más pose que activistas) ha sido menos que tibia, expresando su perplejidad y amagando con dejar el partido. Pero como decían en el viejo PRI, saben que vivir fuera del presupuesto es vivir fuera del error.

Sostengo que no es con desplegados (¿dónde están los que la semana pasada criticaron a los «abajofirmantes»?), sino con presión política como las mujeres de Morena pueden evitar que un violador sea gobernador.

Pase y vea. Y si está de acuerdo, comparta con sus amigos y amigas.

Tumbar a Salgado Macedonio: https://youtube.com/playlist?list=PLcJDjb4kc1y8xbdYbLDXCZN8dt457HTwn

Un idiota suicida.

ARCHIVO CONFIDENCIAL– Viene purga de AMLO de jefes militares
Foto: ehui.com

Los antiguos griegos utilizaron la palabra «idiota» para describir a aquellas personas que, sujetas a un egoísmo profundo, eran incapaces de interesarse y participar en los asuntos públicos. Con el paso del tiempo, el vocablo se ha transformado para referirnos a ignorantes, incapaces o carentes de educación. Esta palabra me resulta muy útil, a todo lo largo de su recorrido etimológico, para definir al presidente López Obrador. Tanto sus acciones como sus palabras a lo largo de la cruel pandemia que sufrimos lo muestran como un narcisista ocupado solo de su popularidad y sus réditos políticos, ignorante o -lo que es peor- criminalmente irresponsable, día tras día anuncia la victoria frente al virus y abre un hombre de paja nuevo para tratar de adueñarse de la conversación pública.

En su desesperada carrera por no perder el control de la narrativa ha perpetrado -para beneplácito de los historiadores del presente y el futuro- una larga lista de idioteces que, lamentablemente, son aplaudidas por una sólida base de homónimos suyos que han renunciado gozosamente a cualquier calistenia neuronal para adherirse religiosamente al culto del virrey que se pasea en cueros del Zócalo a la Alameda Central. (Es metáfora, zafios. Ya los leo señalándome que a duras penas se mueve para macanear, el prócer…). Algunos ejemplos son la célebre «Rifa – no rifa del avión- no avión», las cartas solicitando a monarcas europeos que se disculpen por los excesos de nuestros antepasados, la tecnología trapiche y los amoríos de don Benito Juárez con la esposa de Porifirio Díaz. N’hombre, ¡un genio!, como diría un clásico de cuyo nombre no quiero acordarme.

«Stupid is as stupid does», como decía el gran Forrest Gump. Una clase de idiota completamente distinto.

Fotograma: Forrest Gump (1994)

El problema es que en el repertorio del presidente hay idioteces que no son inocentes, sino peligrosas y suicidas. No me voy a referir en este momento al manejo de la pandemia, que en tiempos menos polarizados será juzgado como crimen de lesa humanidad. Me refiero a la combinación de dos de las transformaciones más profundas que ha impulsado nuestro Gandhi de Macuspana: el debilitamiento del gobierno y la militarización del país.

Bajo la premisa -idiota- de la austeridad republicana, López Obrador ha debilitado a secretarías de gobierno, instituciones del Estado, universidades públicas, a la promoción de la cultura y al aparato de investigación científica del país. La política -idiota- de que «nadie puede ganar más que el presidente» ha tenido como consecuencia una sangría lamentable de talento, pues muchos burócratas de carrera han optado por aprovechar su experiencia en el sector privado. Aunque el aparato de propaganda de la autodenominada 4T no lo quiera reconocer, el gobierno de hoy es todavía más débil que el de la larga noche neoliberal. Nos amaneció nublado, pues.

Pero a esto hay que sumarle la idiotez más peligrosa de todas, que es la militarización del gobierno. Después de la exoneración «fas tras» del General Cienfuegos por parte de la fiscalía autónoma de Gertz – Manero (es un decir), muchos lopezobradoristas de Polanco, finalmente, se quedaron con un palmo de narices. La revolución de la esperanza viene toda verde olivo para esta primavera. Hoy, los militares construyen aeropuertos y trenes, administran puertos y aduanas, se encargan de la seguridad pública, reparten vacunas y, en un descuido se ponen a pintar las bardas para las campañas de los diputados de Morena.

Todo es jajajá hasta que empieza a pensar uno en el escenario de una presidencia unipersonal, como la de Obrador, desgastada por la combinación de golpes pandemia-crisis económica. El presidente ha decidido ser el alfa y omega de todo lo que pasa hoy en el país. Y sin fusibles entre las ineludibles crisis de gobierno y él, la cosa se puede poner muy fea si la curva de muertos y desempleados sigue sin aplanarse durante todo el 2021. Imagine un escenario de un gobierno debilitado porque el merolico en jefe perdió el «punch», y la única institución eficiente, que además ha salido a tapar todos los baches de la república, es el ejército. Imagine un escenario en el que las masas consideran que estos no eran tan diferentes a los anteriores, y que sólo los militares hacen bien su trabajo.

Idiota y suicida. Uno que nos puede suicidar a todos.

¡Gulp!

Toma todo.

El proceso para la elección de la dirigencia nacional de Morena es una tragedia interpretada con el guión de una comedia de enredos. Los protagonistas se dan hasta con las sillas (literalmente), el presidente se mantiene al margen pero indica que se haga una encuesta, el Tribunal Electoral lo acepta a lo tonto y le manda la papa caliente al IFE. Surgen candidatos de corazón desinteresado de debajo de las piedras, que luego se inconforman cuando descubren que tener seguidores en Twitter no es lo mismo que ser el favorito de las masas. En la emisión de esta semana, vimos cómo se filtró un proyecto del Tribunal Electoral, convertido en bufón nacional, proponía cancelar el proceso que antes ordenaron, pero, descubierta la maniobra, reculó sin elegancia, y dijo que serenos morenos, y van con su encuesta, que al cabo que la pidió el presidente.

Todo esto sería muy divertido si no tuviéramos que responder la pregunta fundamental de la política: ¿quién gana con este desmorene? Porque aunque este desorden no necesariamente sea manifestación de una maniobra planeada, siempre (¡SIEMPRE!) hay alguien buscando sacar beneficio, tanto del orden como del caos que, en este caso, es de proporciones antediluvianas.

¿Gana la oposición con este desorden? No. Ni en pensamiento, palabra, obra ni omisión. Además de haber sido atropellados por la danza de la morena en 2018, contra toda «lógica», el nuevo partidote del presidente sigue ganando puntos en las preferencias de cara a la elección intermedia de 2021. Sombrío panorama, porque quiere decir que el «pueblo bueno» (whatever that means) votará por cualquier esperpento que logre una candidatura guinda al congreso, alcaldía o gubernatura, así hayan surgido del método de la «encuesta digital» que le gusta al presidente (lo que diga mi dedito).

En realidad, quien gana todas las canicas, una vez más, con el desorden morenista, es el presidente López. A muchos les causa extrañeza la inacción de éste al ver el caos en su partido, porque imaginan que en las matemáticas obradoristas (es una metáfora) requieren el apoyo de un partido para llevar a cabo su proyecto de regeneración nacional (mismo que al día de hoy se reduce a un pasquín). Es importante asumir que López no puede sacar cuentas, pero es un gran calculador. Cometemos un error grave cuando queremos interpretar las acciones de gobierno de AMLO (todos los derechos reservados) bajo la lógica de las reglas democráticas, cuando todos los días nos manda claras señales de que para él, el pueblo está hasta por encima de la democracia. Y el pueblo es él.

Las facciones en disputa por Morena no están pensando en el futuro del partido, ni en el servicio a la nación. Es evidente que apuestan a la sucesión presidencial, mientras el líder supremo piensa, exactamente, en lo contrario. López, a lo largo de su carrera política, ha sido el gran cosechador del caos. Lo siembra, lo promueve y se queda con los mayores dividendos. Su llegada a la silla presidencial se funda en una notable capacidad de empujar grupos y organizaciones hacia el caos, para tirar al niño de la democracia junto con las aguas sucias del sistema de partidos.

El caos en Morena profundiza la decepción ciudadana en la alternativa partidista, mientras que el presidente pinta su raya. Al permitir que las tribus-no tribus morenistas se destrocen en público, neutraliza cualquier figura al interior de su propio partido que pudiese construir imagen y discurso de cara a la sucesión de 2024. La oposición está moralmente derrotada, y Morena no es opción. Así, López queda como la única figura disponible para dirigir los destinos de la patria.

Si algo hemos aprendido en estos dos años, es que López hace lo que dice. En medio del caos morenista, no hay ni un político, ni un secretario de estado cuya voz se aproxime siquiera al volumen del merolico madrugador. Y López dice con demasiada frecuencia que es un demócrata, y que él se irá «a menos que el pueblo le pida que se quede». Demasiada explicación de un tema que es tabú en México. Ahí están los avisos. Si Morena se destroza por las ambiciones de la sucesión, López Obrador sienta las bases de todo lo contrario: su permanencia en la silla del águila. La perinola con la que AMLO decide todas sus acciones tiene una sola leyenda en todas sus caras: toma todo.

Quien tenga oídos para oir, que oiga.

Más Latin.us, menos Polemón.

Loret de Mola y Brozo 'acudieron' a la mañanera y se burlaron de ella:  "¿Cuántas mentiras no se han dicho en este lugar?"
Fotografía: Yahoo Noticias. Bueno, Yahoo Noticias la tomó de Latin.Us

Desde el momento en que inicia el sketch, el «atrevimiento» sorprende, cautiva y dispone al espectador a seguirse de frente. El escenario del Salón Tesorería del Palacio Nacional, sede de las inefables «mañaneras» del presidente López Obrador se encuentra prácticamente vacío, salvo por Víctor Trujillo, caracterizado como «Brozo», su personaje más famoso. La cámara juega con diferentes planos, mientras el payaso tenebroso empieza a bailar sobre el primer estrado de la nación. La introducción dura apenas unos segundos, para dar entrada, desde el extremo derecho del plano general, Carlos Loret de Mola, el periodista estandarte del sitio Latin.us, cuya irrupción en el espacio informativo del país ha resultado novedoso y la piedra más molesta en el zapato del régimen cuatroteísta.

Ambos se ven perfectamente cómodos a cuadro. Parece que chacotean, pero en realidad están ejecutando un género televisivo complicadísimo: la sátira política. La dominan tan bien que es imposible decir quién de los dos está conduciendo el clip, y quién está haciendo el papel de patiño. Uno comparte algunos datos, y el otro los transforma en bromas. Luego, el otro editorializa brevemente, para que el de enfrente responda con sarcasmos y agudos señalamientos.

No conformes con ello, deciden invadir la mismísima cancha del presidente, que es el lenguaje simbólico. Para este momento ya están desatados, y empiezan a desmontar el significado simbólico de la farsa que se representa cada mañana ahí: sillas vacías, cubrebocas, pollitos de hule, y hasta un detalle tan irónico y sutil, que merece por sí solo un Emmy. Brozo que, al igual que Batman, es él mismo un símbolo, rebasa el lenguaje estudiadamente populachero de López, para empezar a tirar vigas a diestro y siniestro, como lo hace cualquier hijo de vecino. Si aún no lo ha visto, no deje de hacerlo. Para reir, ¡por supuesto! Pero, analizándolo a fondo, resulta una joya.

Conforme avanzaron las horas, el clip de video empezó a acumular vistas y «likes» en YouTube. De forma simultánea, empezó también a crecer un polémica inducida, aparentemente, por adeptos del régimen indigestos por la goliza que ambos comunicadores le acababan de anotar al presidente. Como resulta prácticamente imposible rebatir cifras y argumentos, la shitstorm se concentró en la «profanación» del santuario del pontífice. Hasta que Jorge Gómez Naredo, director de la autodenominada Revista Polemón (en realidad es un pasquín dedicado a alabar acríticamente a López Obrador) descubrió el agua tibia: ¡el sketch era un montaje!

Como lo describió @embolicat en un hilo, dentro de su cuenta de Twitter, el equipo de producción de latin.us hizo un gran trabajo para reproducir con gran fidelidad la escenografía de la mañanera. (Lean el hilo: al final descubrirán una monedita dorada dejada por el equipo de producción, exquisita). Y estoy seguro que Gómez Naredo quiso responder a la ironía con ironía, señalando la presunta participación de Loret de Mola en el montaje del célebre caso Vallarta-Cassez. Sin embargo, las tendencias en la red del pajarito siguieron aplaudiendo a la dupla Trujillo-Loret, y de paso se divirtieron un rato a costillas del autodenominado polemista pro4T.

¿Por qué pasa esto? El día de hoy, y después de un torpe intento del presidente por revertir la corriente de opinión tuitera (¿no les intriga por qué le afecta tanto lo que pase en Twitter?), las tendencias siguen apoyando con fuerza este ejercicio de humor y crítica, a pesar de los esfuerzos que coordina la red AMLOve, como ha documentado Signa Lab. La respuesta es muy sencilla: frente a la solemne arrogancia en la que se han envuelto el presidente y sus seguidores, el común de las personas prefiere la irreverencia y el humor.

No es posible asegurar nada. Pero este sketch consiguió abrir una grieta en los pies de barro de la popularidad presidencial, que podría crecer hasta destruirla. El humor y el poder nunca están del mismo lado. Aquél es un arma incruenta que revela la naturaleza del segundo, y vuelve a convertir en humanos a quienes desean ser como dioses. Porque los comunes se deleitan riéndose de la fatuidad y soberbia de los poderosos. Como en el cuento de Hans-Christian Andersen, la multitud suelta la despiadada carcajada cuando un niño señala que el emperador va desnudo. El humor es el dedo de ese niño, capaz de despertar a una sociedad sometida o apabullada de su letargo.

Por su parte, quienes se empeñan en defender a al poderoso se vuelven pedantes propagandistas, que pretender dar lecciones trepados en un ladrillo de autoridad moral. Así se han vuelto irrelevantes muchos comunicadores que antes fueron fieros denunciantes de los atropellos del poder, pero que por identificarse con «la causa», hoy no dicen ni Pío. Enfermos de hubris, echan maromas para desviar la atención de los yerros del presidente, pero solo consiguen ridiculizarse a sí mismos. Por esta razón, la audiencia prefiere más Latin.Us y menos Polemón.

Juan Pueblo ni lee las columnas de opinión, ni sigue los programas de debate entre expertos en política. Pero, no lo dude, estará atento para ver el próximo sketch del dueto del momento. Al menos durante toda esta semana, el payaso y el periodista le sacaron el «detente» al presidente.

@ppbustamante

Naamán y el cubrebocas.

En el Antiguo Testamento existen muchos relatos deliciosos, que arrojan luz sobre las circunstancias que vivimos, sin que por ello tengamos que abrazar ninguna fe. Desde hace ya varios días recuerdo uno de ellos, protagonizado por Naamán, gran general sirio, y el profeta Eliseo, de Israel.

Lo sintetizo para quienes no estén familiarizados con él, aunque siempre es recomendable leerlo completo en 2 Reyes 5, 1-15.

Naamán era el general preferido del rey de Siria, por ser «valeroso en extremo», pero estaba enfermo de lepra. Por recomendación de una esclava israelita, el monarca sirio despachó al enfermo con cartas para el rey de Israel, pidiéndole que curase a su cuate de esa terrible enfermedad.

El soberano hebreo se escandalizó al leer aquellas misivas, se rasgó sus vestiduras, se puso otras, y luego hizo harto aspaviento, diciendo que él no era la OMS, que los presidentes anteriores le habían dejado un sistema de salud en ruinas, que el INSABI apenas estaba empezando a operar, y que seguro era una treta de sus adversarios para declararle la guerra. Pero, como sucede en países más literarios que el nuestro, el profeta Eliseo envió un DM a su monarca, informándole que él podía curar la lepra y al mismo tiempo coadyuvar para la firma de un anhelado tratado de libre comercio con la potencia vecina.

Y allá va Naamán, a visitar al profeta Eliseo. Pero al llegar a la puerta del vidente, solo recibió un mensaje diciéndole que se bañara siete veces en el río Jordán, y quedaría curado. Para el orgulloso oficial, este desplante fue tomado como insulto, y se dio la vuelta profiriendo ajos y ejos contra todo el tercer mundo, sus costumbre, sus habitantes y su gobernantes, no sin antes emitir una nota diplomática al respecto.

Pero ya cuando se le bajó el coraje, sus criados se acercaron para decirle que no mi general, que no se ponga así, que ya había probado de todo y que ni las nanopartículas de cítricos le habían hecho nada, y que si el remedio que le proponían era tan simple como decretar un día de blaneario para toda la comitiva en Tepetongo, pues qué más daba y que no perdía nada con intentarlo.

El buen Naamán, quien era colérico, pero buena gente, reflexionó que si ya habían hecho el viaje, pues qué más daba. Así que la comitiva enfiló al Jordán para bañarse. Y, cuando ya todos estaban todos chamuscados, repletos de ceviche de cazón en tostadas, y medios cuetes por tanta cerveza, Naamán se dio cuenta que su piel parecía pompi de bebé. Hasta aquí el relato.

Lamentablemente, nuestro orgulloso general AMLO no tiene la suerte de tener buenos criados. Es decir, sí está rodeado de criados, pero ninguno de ellos lo aprecia tanto como para buscarle el modo, ayudarle a saltar sobre su soberbia, y atender una simplísima recomendación de salud, en beneficio de todos. Hugo López – Gatell no ha sabido jugar ese papel para decir: «mire Jefazo de mi vidaza, si la cura para la COVID-19 dependiese de que usted se fuera de cruzada contra adversarios conservadores, feministas politiqueras y hordas de niños con cáncer, ¿a poco no lo intentaría? Pero si la recomendación del profeta es tan sencilla como pedir a todos los mexicanos portar un cubrebocas, ¿por qué no intentarlo?

Pero no. El siervo ha optado por no condescender con el amo colérico, y no interpelar su soberbia con ciencia y razón. Ha elegido sobarle el ego, dicendo que cómo cree, que él, rayito de esperanza, es una fuerza moral y no de contagio, y que su sana distancia motiva al pueblo de México a trascender su proverbial rechazo a la civilidad, y sus mensajes convencen a todos de guardar las medidas de salud para domar la pandemia.

Mientras tanto, ya enfilamos hacia los 60,000 mexicanos muertos. López Obrador debería reconsiderar leer de vez en cuando el Antiguo Testamento. O simplemente leer.

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Eliseo rehusando los regalos de Naamán. Pieter Grebber, 1637. Museo Frans HalsHaarlem.

Menos AMLOs, más Kumamotos.

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Fotos: progresohoy.com y vanguardia.com.mx

Las mejores historias se llevaron a cabo bajo las circunstancias más adversas. Justo en el momento en el que la fe en la democracia y las instituciones del Estado mexicano es un socavón entre los ciudadanos de a pie, la noticia del aval de la Suprema Corte a la iniciativa #SinVotoNoHayDinero llega como una brisa de esperanza. En primer lugar, porque nos presenta a la Suprema Corte como un espacio -tal vez el único- independiente a las agendas de los partidos políticos, y donde el juego de pesos y contrapesos que sustentan la democracia liberal es efectivo. La hoy célebre “Ley Kumamoto” establece una forma de distribuir el presupuesto a los partidos políticos no a partir del total del padrón electoral, sino con base en la cantidad de ciudadanos que hayan votado en el proceso electoral en nuestro estado. Expliquémoslo con un poco más de detalle.

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Fuente: wikipolitica.mx

Hasta el día de hoy, el monto del financiamiento de INE a los partidos se determina aplicando la siguiente fórmula: durante el proceso electoral de 2015, había 87 millones de mexicanos en el padrón electoral nacional. Entonces se multiplicaron estos 87 millones por el 65% del salario mínimo vigente en el D.F., es decir: 87 millones x $80.04 x 0.65… Le dejo a usted la tarea de hacer la operación y descubrir el numerote resultante. Ese dinero se distribuye en un 30% por partes iguales a todos los partidos, y en un 70% de acuerdo con la cantidad del porcentaje de votos obtenidos en la elección a la cámara de diputados. En nuestro estado sólo hay que reemplazar el número de ciudadanos en el padrón local y el monto del salario mínimo de la región.

La ley #SinVotoNoHayDinero modifica los factores de la operación, basándose en la participación ciudadana durante los procesos electorales, en lugar del total del padrón. Así, el cálculo para el financiamiento de los partidos se hará a partir del total de los votos válidos al final del proceso electoral inmediato anterior.  Pongámosle números. En marzo de 2014, el padrón electoral de Jalisco era de 5 millones 900 mil ciudadanos, pero llegaron a la lista nominal (aquellos que recogieron a tiempo su credencial del INE y estaban listos para salir a votar) solo 5 millones 75 mil. Sigamos restando. El día de la elección se registraron 2 millones 900 mil votos, de los cuales 2 millones 820 mil fueron votos válidos. Aproximadamente, un 3% de los votos fueron nulos. El financiamiento local para los partidos, entonces, deberá establecerse a partir de los 2.82 millones de votos válidos, y no a partir de los 5.9 millones registrados en el padrón. El ahorro será considerable. Aplique la fórmula y compare. Será una información grata.

La lógica de esta iniciativa es que los partidos políticos son entes de interés público, y como tales, deben ser evaluados conforme al vínculo que logren generar con las necesidades de la ciudadanía. La hipótesis es que si los ciudadanos reconocen sus intereses en las agendas y propuestas de los partidos, se acercarán en mayor número a votar por ellos. Esto añade un contrapeso a un sistema que se comporta como bloque de piedra a la hora de defender sus ingresos, ajenos a la molestia ciudadana. Ahora, empezando por Jalisco, deberán incorporar a sus cálculos el interés de la ciudadanía. Así fue como la ley se aprobó en nuestro congreso. ¿Quieren conservar sus abultados presupuestos? Con esta ley hay que ganarlo en las calles, y no desde la comodidad de sus curules. No resulta curioso que entre los partidos que impugnaron la ley aprobada por el congreso estatal estén el Partido Verde y Nueva Alianza, partidos cascajo que han aprendido a hacer un negocio político muy jugoso administrando inteligentemente sus pequeñas cuotas de votantes. Sí llama la atención, en cambio, la impugnación de Morena, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador.

Y aquí me parece importante establecer los contrastes, con conciencia plena de que las figuras y la relevancia política de López Obrador y Pedro Kumamoto no tienen punto de comparación. No, al menos, en este momento. Pero mientras la labor del joven político jalisciense está orientada a educar, organizar y empoderar a grupos de ciudadanos, y llevar la agenda de los ciudadanos a la arena legislativa, la lógica del líder máximo del morenismo es el asalto al poder ejecutivo, para desde ahí purificar la política a partir de su voluntad única, marcada por su «honestidad valiente». En los meses que lleva convertido en figura pública, Kumamoto ha sido ejemplo de coherencia, transparencia y comunicación constante y efectiva con los ciudadanos del distrito local que representa, en el municipio de Zapopan. A lo largo de sus muchos años en la política, López Obrador ha sido siempre ejemplo de opacidad y de un sospechoso coqueteo con el autoritarismo conservador.

Es difícil determinar el futuro del joven político jalisciense. Su victoria definitiva en la corte es motivo de esperanza para muchos ciudadanos, desencantados de la democracia por la manera como se comportan todos los partidos políticos, incluido Morena, especialmente cuando se trata de defender su financiamiento con dinero de los mexicanos. Para hacer su tarea, Kumamoto ha escuchado la voz de muchos de sus representados, y ha sabido, junto con su equipo, estructurar inteligentemente una agenda para conseguir los votos necesarios en el congreso local para conseguir la aprobación de su propuesta. No es tarea menor, recordando que Kumamoto es el único diputado sin partido en el poder legislativo estatal, y no tiene nada que ofrecer a cambio más que su gran capital ético y político. López Obrador, por su parte, no suele escuchar ni críticas ni sugerencias. Su pensamiento, de corto alcance, se estructura en torno a unas cuantas ideas simples e irrefutables que convierte en artículos de fe, para generar adherentes cuya labor es reconocer el dogma dentro de su prédica. No negocia: impone o divide, identificando a sus críticos con lo que él llama la “mafia del poder”. Mafia con la que, al menos, sostiene relaciones estables, pues nunca ha abandonado el sistema que ha financiado los tres partidos a los que ha pertenecido en su carrera.

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Foto: mientrastantoenmexico.mx

Algunas personas ya empiezan a candidatear a Pedro Kumamoto para los altos cargos del país. Yo espero que se tome las cosas con calma y que, con el apoyo de su distrito electoral, haga primero una fructífera carrera legislativa local, pues en este proceso ha elegido la vía de la formación ciudadana y la organización en torno al bien común. Pienso que esa es la receta que tanto en Jalisco como en el país necesitamos para romper el círculo vicioso, antidemocrático, que administra la partidocracia mexicana. Y luego ya veremos, si  después de un tiempo el diputado Kumamoto ha mantenido el rumbo de comunicación, transparencia y honestidad que ha demostrado hasta hoy. Andrés Manual ha demostrado que no le interesa ni la comunicación, ni la educación, ni la transparencia. Solo cuenta con su imagen de político honesto y austero. Y como, en la política, la honestidad y la transparencia van de la mano, no puedo más que concederle el beneficio de la duda. De AMLO espero que termine lo más pronto posible su carrera política, y se retire a descansar a su rancho pintoresco. Como dice Jaime López, no más héroes, por favor.

La receta para el futuro de la democracia en México requiere una desintoxicación de caciques y líderes mesiánicos, y muchos más de ciudadanos responsables y participativos, actores de la construcción del bien común y de determinar el rumbo del gobierno a quien le concedió el ejercicio del poder. Menos AMLOs y más Kumamotos.

Post Data: Morena no impugnó. Este post fue publicado anoche, hacia las 10:30 p.m. Hoy por la mañana, tanto Morena como Pedro Kumamoto explicaron que no fue AMLO quien impugnó la ley #SinVotoNoHayDinero, y que fue un comunicado de la Suprema Corte la que generó el malentendido. Nobleza obliga. Pero esto hace el contraste más nítido: una evidencia genera una rectificación inmediata del joven Kumamoto. Para López Obrador, las evidencias que demuestran vicios y corrupción en Morena son solo muestra de la conspiración de la «mafia del poder» en su contra. Utilicé esta falsa impugnación como punto de partida para establecer el contraste entre ambos. Corrijo en esta postdata el señalamiento, pero sostengo el contraste. Una raya menos al tigre.

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El Peje en su laberinto.

En una de esas conversaciones domingueras, alguien me preguntaba si consideraba que Andrés Manuel López Obrador tenía (tiene) posibilidades reales de ganar la elección presidencial de 2018. Si me hicieran esa pregunta el día de hoy, mi respuesta sería la misma: por supuesto que sí, siempre y cuando no dinamite su propia campaña. En sus dos aventuras pasadas, que no son sino los primeros capítulos de esta misma aventura, fueron decisiones del mismo López Obrador las que marcaron un punto de inflexión en su camino a la presidencia. En 2006, mandando al diablo a las instituciones, y callando a la primera «chachalaca» de la nación. En 2012, al tomar decisiones soberbias y obnubiladas sobre el rumbo de una campaña que parecía alcanzar y derrotar a Enrique Peña Nieto. (Recomiendo leer la interesante crónica de aquellos días que Luis Costa Bonino, asesor de la campaña de AMLO para 2012, tiene publicada en su sitio web).

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(Foto publicada en Aristegui Noticias)

El primer strike en su camino a la silla del águila en 2018 se le acaba de contabilizar. Hoy por la mañana el periodista Carlos Loret de Mola presentó en su noticiero un video en el que una diputada local de MORENA en Veracruz, cuyo nombre es Eva Cadena, recibe de otra mujer, a quien no se le ve la cara, medio millón de pesos en efectivo que, de acuerdo con lo que se escucha en el mismo, deberían ser entregados, personalmente, al líder nacional del partido. La diputada los recibe, pregunta por una bolsita para que no se le vaya a desbalagar tanto billetote, y confirma que los entregará a López Obrador en un mitin que se realizó en Las Choapas, municipio donde era candidata a alcalde hasta el día de hoy, pues, como era de esperarse, una vez explotado el videoescándalo, decidió renunciar a su candidatura para no afectar la imagen de MORENA, que equivale a afectar la imagen de López Obrador.

La respuesta del «Peje», como su dicción, se tomó un tiempo demasiado largo para la era de las redes sociales, pero llegó en forma de lacónico tuit, y de videorespuesta. Ambos con un argumento tan conocido como la permanente campaña de Andrés Manuel por la presidencia de la república. Para el líder de MORENA, el video es la evidencia de la desesperación que la «mafia del poder» siente ante el crecimiento de su partido, y ante su inminente llegada a la presidencia. Cada vez que los escándalos de corrupción se acercan a él, su única respuesta es señalar el miedo de ricos y poderosos que quieren desprestigiarlo a él, a quien nunca se le ha podido comprobar un acto de corrupción.  Pero esta historia se ha repetido tanto, que ya suena a cuento viejo.

Para quien hace la honestidad valiente su activo político principal esta respuesta se antoja, cuando menos, insuficiente. Para mí es imposible comparar el caso de Eva Cadena con el de René Bejarano (The Lord of the Leagues): un operador político de AMLO se reúne con un empresario que entrega dinero en efectivo para apoyar a López Obrador. ¿Son ambos videos una trampa con el fin de golpear a López Obrador? Sin duda. ¿La filtración proviene de enemigos de López Obrador? Por supuesto que sí. ¿Son montajes? Aquí tendría que decir que no se puede determinar a partir de lo que se ve en el video.

Y aquí es donde el Peje empieza a trabajar en su autosabotaje. En un momento en que la opinión pública mexicana está rabiosa por la corrupción de los gobernadores priístas, y por la impunidad con la que se trata la corrupción de la clase política, no basta con que López Obrador apele a su honestidad. Ni siquiera basta con la renuncia de Eva Cadena a la candidatura de Las Choapas. López Obrador debería enviar señales claras de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. Durante muchos años el macuspano ha dicho que su gira permanente se financia con su sueldo de 50 mil pesos, pero al mismo tiempo fue renuente a presentar su declaración 3 de 3. MORENA se ha construido sobre la afirmación de no ser igual al resto de los partidos. Pero al mismo tiempo recibe por la vía de la absolución del líder a miembros renegados de todos los partidos. ¿De quiénes recibe apoyo financiero MORENA? ¿Quiénes son los empresarios que contactaron, a través de la mujer anónima, a la diputada Cadena? Una respuesta consistente con la imagen de honestidad que López Obrador quiere proyectar implicaría todo esto.

Pero no. López Obrador opta por el mito sobre la transparencia y las frases prefabricadas sobre los hechos.  Tiene toda la razón cuando señala la corrupción cínica y descarada de la clase política, pero juzga con laxitud pasmosa a los corruptos de su grupo. Y en este tipo de respuesta se asoma el personaje autoritario, autosuficiente y obsesionado con el poder de siempre. Si las elecciones fueran el día de hoy, el Peje sería sin duda el próximo presidente de México, ayudado además por la retórica nativista y antimexicana del loco de la Casa Blanca. Pero todavía falta mucho tiempo para julio de 2018. López Obrador tiene la mesa servida para ser presidente. Pero tendrá que aprender a responder al tema de la honestidad con transparencia y coherencia, y que sus desplantes de mesías ya le han costado dos elecciones.