Empujar la vaca.

Una breve historia.

Un maestro con su discípulo caminaban por la montaña. En un paraje sumamente aislado divisaron una casa, y se dirigieron a ella. Encontraron a la entrada de la misma a un hombre, evidentemente flaco por los años de carencias. Ningún animal se veía en el corral desgastado, y unas pocas plantas de hortalizas se arrastraban penosamente en un huerto casi seco. Una mujer abrazaba a un niño famélico, bajo el quicio de la puerta. El joven aprendiz miraba consternado ese dramático cuadro, cuando escucho la voz de su maestro, dirigiéndose al dueño de la casa.

«Buenas tardes, amigo. No hay muchas personas cerca con quiénes intercambiar cosas. ¿Cómo hacen para sobrevivir?», preguntó el maestro.

«Pues tenemos una vaquita, que está por allá, cerca del barranco. Todos los días la ordeño, y la mitad de la leche la vendo en un pueblo, que queda demasiado lejos de aquí, y la otra mitad la utilizamos para sacar crema y queso para nosotros», respondió el dueño de aquella casa, quien invitó a ambos visitantes un vaso de agua. Después, se despidieron cordialmente.

Antes de alejarse demasiado de la propiedad, el maestro se sentó en una roca, y se dirigió a su discípulo: «¿Viste la situación de estas personas? Ve hasta donde está la vaca, y luego tírala por el barranco?» El joven miró a su maestro con incredulidad, pero al no encontrar asomo de duda en su cara, caminó sigilosamente hasta donde estaba la vaca, y la empujó por el barranco. Por supuesto, la vaca murió al caer. Y aquel joven siguió su camino con el corazón lleno de culpa y arrepentimiento.

Un par de años después, el joven discípulo, corroído por el recuerdo de aquel día y deseoso de reparar el daño hecho a aquella pobre familia, abandonó a su maestro, y regresó a la montaña, hasta encontrar la casa perdida en el paraje aislado.

Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró aquella casa solitaria completamente transformada. El huerto estaba lleno de plantas saludables, que se doblaban por tantos frutos. Unos cuantos árboles frutales crecían lozanos al fondo. La mujer vigilaba a un niño que ahora lucía unos cachetes colorados, mientras abrazaba un bebé rozagante. Y en el corral, había no solo una nueva vaca -con un becerrito-, sino varias gallinas y unos cuantos corderos.

Con la quijada arrastrando, el joven llegó hasta donde estaba el dueño de la casa, quien lucía ahora una curiosa barriga, y se presentó como el joven que les había visitado un par de años antes, acompañando a un viejo maestro.

«Claro que te recuerdo, muchacho», dijo sonriente el hombre.

«¿Qué pasó aquí? ¿Cómo es que todo se volvió tan próspero?», balbuceó el joven.

«Mira muchacho: sucedió que un día afortunado, la vaca que teníamos se cayó por el barranco. Y al vernos sin nada, tuvimos que intentar hacer cosas nuevas, y aprender otras habilidades. Con ello, descubrimos que podíamos mejorar nuestra situación. Y mira, ¡no vamos tan mal!», dijo con orgullo el joven granjero.

Hasta aquí la historia. Ahora hay que tratar de encontrarle relación con nuestra realidad.

Frente al dilema que nos plantea la próxima jornada electoral, por la lamentable calidad de los candidatos de todos los colores, lo peor que podemos hacer es renunciar a nuestro derecho a participar ejerciendo el voto. Quienes percibimos con preocupación la clara deriva autoritaria de este gobierno, hubiéramos querido tener una alternativa clara, atractiva, sólida, y democrática enfrente. Lamentablemente, no es así, pues los partidos opositores al eje morenista tampoco están interesados en reconocer errores y trabajar por consolidar instituciones ciudadanas que resten fuerza a los partidos y gobernantes. Esos compas ya están muertos, nomás no les han avisado, como dice la canción del Jáisenber.

Frente a este panorama desolador, tengamos muy claro que lo que está tronado es nuestro sistema de partidos (como la vaca de la historia), no la democracia. Si apreciamos los beneficios de la democracia, debemos luchar por defenderla. Es muy difícil acotar el poder, y si cedemos más terreno del que hemos perdido en estos dos años, tardaremos mucho en reconstruir lo derrumbado. ¿No me creen? Vean a Venezuela. ¡Tantas veces nos dijeron exagerados, pero cada paso del presidente y su servidumbre nos llevan en la misma dirección que aquella nación hermana!

O.K. Estamos de acuerdo (creo) en que la democracia sigue siendo una forma de gobernarnos deseable. Parafraseando a Churchill, la democracia apesta; pero no tenemos nada mejor con qué reemplazarla hasta ahora.

¿Votar por los candidatos de Morena? Si usted quiere seguir dándole la oportunidad a este ¿partido? porque todavía cree que algo bueno puede salir de este gobierno, le recomiendo que vote por el candidato a gobernador, o hasta por su presidente municipal. Si esa agrupación política merece una oportunidad, se la debe ganar en el nivel más cercano a las necesidades más verdaderas: las tuyas y las mías. Pero de ninguna manera recomiendo votar por sus candidatos a legisladores. Esto es nuevo, y es importante. Si podemos organizarnos para empujar el voto para plantarle un contrapeso a la voluntad hoy todopoderosa de AMLO, debemos, por primera vez en la historia moderna de nuestro país, concentrarnos en la importancia del legislativo para ello. Para detener la deriva autoritaria, hay que quitarle la mayoría calificada a Morena en la cámara de diputados, y evitar que se haga del control de las legislaturas estatales.

¿Esto quiere decir resignarnos a sostener a partidos escleróticos, comodinos y deseoso de, en un descuido, hacerse de todo el poder que López Obrador ha concentrado en la figura presidencial? De ninguna manera.

Nuestra tarea, y tenemos muy poco tiempo para llevarla a cabo, es hacer visible nuestra voluntad de querer el cambio en el sistema de partidos, y obligarlos a adoptar nuestra agenda. Madurar como ciudadanos, dejar atrás la infancia democrática para hacer valer nuestro interés. 

Temas que debemos exigir a los representantes que nos imponen los partidos de oposición a Morena:

  • Un plan claro para terminar con la creciente inseguridad, que claramente ponga un plazo final a la militarización de los cuerpos de seguridad;
  • Un plan económico de recuperación que integre estímulos fiscales y apoyo a pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleos generan en el país;
  • Avances reales en la agenda de género: fin a la violencia contra las mujeres, equidad de género en oportunidades y remuneración, reapertura de estancias infantiles y refugios, y poner sobre la mesa, con seriedad y voluntad, el derecho a decidir;
  • Exigir una política energética que honre los acuerdos que México ha firmado, comprometido en la construcción de una economía sustentable, basada cada vez más en energías limpias y renovables. Fin a la política de energías fósiles, por el futuro de nuestros hijos;
  • Rescate de los órganos autónomos que tienen el mandato de supervisar a los poderes. El rumbo que teníamos no era erróneo, y si había que corregir excesos y corrupción, concentrarse en ello. La tendencia democrática es acotar el poder, no concentrarlo, como lo ha hecho la 4T.

Para ello, debemos dejar la comodidad de la queja en redes sociales, para acercarnos a los vecinos, identificar a los candidatos, y contactarlos para sentarlos en nuestras colonias, en nuestras casas, o al menos en nuestras reuniones de zoom, a escuchar nuestras exigencias.

Finalmente, dos tareas más: 

  • Elijamos un partido de relleno (o dos) y propongámonos trabajar porque pierdan su registro. Todos los partidos lucran a partir de su registro, pero se esmeran por eludir la tarea de representación. Pero los partidos rémora son especialmente perjudiciales, pues representan intereses corporativos que se ponen al servicio de los partidos más grandes, sin convicciones ni preferencias (PVEM y PES), para apoyar sus campañas. Elijamos uno, y hagamos campaña para que nadie vote por él (yo propongo el PES, y desde ahí podemos seguirnos con los demás, una elección a la vez). Si además de promover -razonadamente- una acción de este tipo, la hacemos visible, la volvemos tendencia, los partidos políticos tendrán una probadita de lo que haremos los ciudadanos con diálogo, intención y organización.
  • Promovamos el voto. Lecciones desde Caracas: la mucha queja, el juicio del otro, no gana elecciones. El partido en el poder siempre tiene la ventaja del manejo del presupuesto, que pone a su disposición la generación de clientelas electorales. Para contrarrestar esta notable ventaja, se tiene que generar un tsunami de votos, similar al que puso a la mafia morenista en el poder.

En conclusión, si queremos que este país tome un rumbo distinto al que López Obrador ha marcado (y sabemos que no va a cambiar si no tiene contrapesos enfrente), tenemos que salir de nuestra comodidad para convencer a nuestro metro cuadrado sobre la importancia que tiene la próxima elección. No echemos la experiencia de estos útlimos dos años en saco roto.

Tumbar a Salgado Macedonio

No debería ser un misterio para nadie que, contra viento y marea, Félix Salgado Macedonio avence en su aspiración de gobernar el estado de Guerrero con todo el apoyo de Morena y del presdiente Andrés Manuel López Obrador, que para efectos prácticos son lo mismo.

Con dos procesos «abiertos» (bloqueados gracias a su enorme influencia en Guerrero) por violación, es indignante que en la mañanera el presidente López ignore el reclamo de víctimas y mujeres -de su partido y ajenas a él- para descartar las acusaciones porque estamos en temporada de elecciones. ¡Vaya sinvergüenza!

Hasta el momento, los reclamos de las feministas de Morena (han demostrado ser más pose que activistas) ha sido menos que tibia, expresando su perplejidad y amagando con dejar el partido. Pero como decían en el viejo PRI, saben que vivir fuera del presupuesto es vivir fuera del error.

Sostengo que no es con desplegados (¿dónde están los que la semana pasada criticaron a los «abajofirmantes»?), sino con presión política como las mujeres de Morena pueden evitar que un violador sea gobernador.

Pase y vea. Y si está de acuerdo, comparta con sus amigos y amigas.

Tumbar a Salgado Macedonio: https://youtube.com/playlist?list=PLcJDjb4kc1y8xbdYbLDXCZN8dt457HTwn

Un idiota suicida.

ARCHIVO CONFIDENCIAL– Viene purga de AMLO de jefes militares
Foto: ehui.com

Los antiguos griegos utilizaron la palabra «idiota» para describir a aquellas personas que, sujetas a un egoísmo profundo, eran incapaces de interesarse y participar en los asuntos públicos. Con el paso del tiempo, el vocablo se ha transformado para referirnos a ignorantes, incapaces o carentes de educación. Esta palabra me resulta muy útil, a todo lo largo de su recorrido etimológico, para definir al presidente López Obrador. Tanto sus acciones como sus palabras a lo largo de la cruel pandemia que sufrimos lo muestran como un narcisista ocupado solo de su popularidad y sus réditos políticos, ignorante o -lo que es peor- criminalmente irresponsable, día tras día anuncia la victoria frente al virus y abre un hombre de paja nuevo para tratar de adueñarse de la conversación pública.

En su desesperada carrera por no perder el control de la narrativa ha perpetrado -para beneplácito de los historiadores del presente y el futuro- una larga lista de idioteces que, lamentablemente, son aplaudidas por una sólida base de homónimos suyos que han renunciado gozosamente a cualquier calistenia neuronal para adherirse religiosamente al culto del virrey que se pasea en cueros del Zócalo a la Alameda Central. (Es metáfora, zafios. Ya los leo señalándome que a duras penas se mueve para macanear, el prócer…). Algunos ejemplos son la célebre «Rifa – no rifa del avión- no avión», las cartas solicitando a monarcas europeos que se disculpen por los excesos de nuestros antepasados, la tecnología trapiche y los amoríos de don Benito Juárez con la esposa de Porifirio Díaz. N’hombre, ¡un genio!, como diría un clásico de cuyo nombre no quiero acordarme.

«Stupid is as stupid does», como decía el gran Forrest Gump. Una clase de idiota completamente distinto.

Fotograma: Forrest Gump (1994)

El problema es que en el repertorio del presidente hay idioteces que no son inocentes, sino peligrosas y suicidas. No me voy a referir en este momento al manejo de la pandemia, que en tiempos menos polarizados será juzgado como crimen de lesa humanidad. Me refiero a la combinación de dos de las transformaciones más profundas que ha impulsado nuestro Gandhi de Macuspana: el debilitamiento del gobierno y la militarización del país.

Bajo la premisa -idiota- de la austeridad republicana, López Obrador ha debilitado a secretarías de gobierno, instituciones del Estado, universidades públicas, a la promoción de la cultura y al aparato de investigación científica del país. La política -idiota- de que «nadie puede ganar más que el presidente» ha tenido como consecuencia una sangría lamentable de talento, pues muchos burócratas de carrera han optado por aprovechar su experiencia en el sector privado. Aunque el aparato de propaganda de la autodenominada 4T no lo quiera reconocer, el gobierno de hoy es todavía más débil que el de la larga noche neoliberal. Nos amaneció nublado, pues.

Pero a esto hay que sumarle la idiotez más peligrosa de todas, que es la militarización del gobierno. Después de la exoneración «fas tras» del General Cienfuegos por parte de la fiscalía autónoma de Gertz – Manero (es un decir), muchos lopezobradoristas de Polanco, finalmente, se quedaron con un palmo de narices. La revolución de la esperanza viene toda verde olivo para esta primavera. Hoy, los militares construyen aeropuertos y trenes, administran puertos y aduanas, se encargan de la seguridad pública, reparten vacunas y, en un descuido se ponen a pintar las bardas para las campañas de los diputados de Morena.

Todo es jajajá hasta que empieza a pensar uno en el escenario de una presidencia unipersonal, como la de Obrador, desgastada por la combinación de golpes pandemia-crisis económica. El presidente ha decidido ser el alfa y omega de todo lo que pasa hoy en el país. Y sin fusibles entre las ineludibles crisis de gobierno y él, la cosa se puede poner muy fea si la curva de muertos y desempleados sigue sin aplanarse durante todo el 2021. Imagine un escenario de un gobierno debilitado porque el merolico en jefe perdió el «punch», y la única institución eficiente, que además ha salido a tapar todos los baches de la república, es el ejército. Imagine un escenario en el que las masas consideran que estos no eran tan diferentes a los anteriores, y que sólo los militares hacen bien su trabajo.

Idiota y suicida. Uno que nos puede suicidar a todos.

¡Gulp!

Toma todo.

El proceso para la elección de la dirigencia nacional de Morena es una tragedia interpretada con el guión de una comedia de enredos. Los protagonistas se dan hasta con las sillas (literalmente), el presidente se mantiene al margen pero indica que se haga una encuesta, el Tribunal Electoral lo acepta a lo tonto y le manda la papa caliente al IFE. Surgen candidatos de corazón desinteresado de debajo de las piedras, que luego se inconforman cuando descubren que tener seguidores en Twitter no es lo mismo que ser el favorito de las masas. En la emisión de esta semana, vimos cómo se filtró un proyecto del Tribunal Electoral, convertido en bufón nacional, proponía cancelar el proceso que antes ordenaron, pero, descubierta la maniobra, reculó sin elegancia, y dijo que serenos morenos, y van con su encuesta, que al cabo que la pidió el presidente.

Todo esto sería muy divertido si no tuviéramos que responder la pregunta fundamental de la política: ¿quién gana con este desmorene? Porque aunque este desorden no necesariamente sea manifestación de una maniobra planeada, siempre (¡SIEMPRE!) hay alguien buscando sacar beneficio, tanto del orden como del caos que, en este caso, es de proporciones antediluvianas.

¿Gana la oposición con este desorden? No. Ni en pensamiento, palabra, obra ni omisión. Además de haber sido atropellados por la danza de la morena en 2018, contra toda «lógica», el nuevo partidote del presidente sigue ganando puntos en las preferencias de cara a la elección intermedia de 2021. Sombrío panorama, porque quiere decir que el «pueblo bueno» (whatever that means) votará por cualquier esperpento que logre una candidatura guinda al congreso, alcaldía o gubernatura, así hayan surgido del método de la «encuesta digital» que le gusta al presidente (lo que diga mi dedito).

En realidad, quien gana todas las canicas, una vez más, con el desorden morenista, es el presidente López. A muchos les causa extrañeza la inacción de éste al ver el caos en su partido, porque imaginan que en las matemáticas obradoristas (es una metáfora) requieren el apoyo de un partido para llevar a cabo su proyecto de regeneración nacional (mismo que al día de hoy se reduce a un pasquín). Es importante asumir que López no puede sacar cuentas, pero es un gran calculador. Cometemos un error grave cuando queremos interpretar las acciones de gobierno de AMLO (todos los derechos reservados) bajo la lógica de las reglas democráticas, cuando todos los días nos manda claras señales de que para él, el pueblo está hasta por encima de la democracia. Y el pueblo es él.

Las facciones en disputa por Morena no están pensando en el futuro del partido, ni en el servicio a la nación. Es evidente que apuestan a la sucesión presidencial, mientras el líder supremo piensa, exactamente, en lo contrario. López, a lo largo de su carrera política, ha sido el gran cosechador del caos. Lo siembra, lo promueve y se queda con los mayores dividendos. Su llegada a la silla presidencial se funda en una notable capacidad de empujar grupos y organizaciones hacia el caos, para tirar al niño de la democracia junto con las aguas sucias del sistema de partidos.

El caos en Morena profundiza la decepción ciudadana en la alternativa partidista, mientras que el presidente pinta su raya. Al permitir que las tribus-no tribus morenistas se destrocen en público, neutraliza cualquier figura al interior de su propio partido que pudiese construir imagen y discurso de cara a la sucesión de 2024. La oposición está moralmente derrotada, y Morena no es opción. Así, López queda como la única figura disponible para dirigir los destinos de la patria.

Si algo hemos aprendido en estos dos años, es que López hace lo que dice. En medio del caos morenista, no hay ni un político, ni un secretario de estado cuya voz se aproxime siquiera al volumen del merolico madrugador. Y López dice con demasiada frecuencia que es un demócrata, y que él se irá «a menos que el pueblo le pida que se quede». Demasiada explicación de un tema que es tabú en México. Ahí están los avisos. Si Morena se destroza por las ambiciones de la sucesión, López Obrador sienta las bases de todo lo contrario: su permanencia en la silla del águila. La perinola con la que AMLO decide todas sus acciones tiene una sola leyenda en todas sus caras: toma todo.

Quien tenga oídos para oir, que oiga.

Más Latin.us, menos Polemón.

Loret de Mola y Brozo 'acudieron' a la mañanera y se burlaron de ella:  "¿Cuántas mentiras no se han dicho en este lugar?"
Fotografía: Yahoo Noticias. Bueno, Yahoo Noticias la tomó de Latin.Us

Desde el momento en que inicia el sketch, el «atrevimiento» sorprende, cautiva y dispone al espectador a seguirse de frente. El escenario del Salón Tesorería del Palacio Nacional, sede de las inefables «mañaneras» del presidente López Obrador se encuentra prácticamente vacío, salvo por Víctor Trujillo, caracterizado como «Brozo», su personaje más famoso. La cámara juega con diferentes planos, mientras el payaso tenebroso empieza a bailar sobre el primer estrado de la nación. La introducción dura apenas unos segundos, para dar entrada, desde el extremo derecho del plano general, Carlos Loret de Mola, el periodista estandarte del sitio Latin.us, cuya irrupción en el espacio informativo del país ha resultado novedoso y la piedra más molesta en el zapato del régimen cuatroteísta.

Ambos se ven perfectamente cómodos a cuadro. Parece que chacotean, pero en realidad están ejecutando un género televisivo complicadísimo: la sátira política. La dominan tan bien que es imposible decir quién de los dos está conduciendo el clip, y quién está haciendo el papel de patiño. Uno comparte algunos datos, y el otro los transforma en bromas. Luego, el otro editorializa brevemente, para que el de enfrente responda con sarcasmos y agudos señalamientos.

No conformes con ello, deciden invadir la mismísima cancha del presidente, que es el lenguaje simbólico. Para este momento ya están desatados, y empiezan a desmontar el significado simbólico de la farsa que se representa cada mañana ahí: sillas vacías, cubrebocas, pollitos de hule, y hasta un detalle tan irónico y sutil, que merece por sí solo un Emmy. Brozo que, al igual que Batman, es él mismo un símbolo, rebasa el lenguaje estudiadamente populachero de López, para empezar a tirar vigas a diestro y siniestro, como lo hace cualquier hijo de vecino. Si aún no lo ha visto, no deje de hacerlo. Para reir, ¡por supuesto! Pero, analizándolo a fondo, resulta una joya.

Conforme avanzaron las horas, el clip de video empezó a acumular vistas y «likes» en YouTube. De forma simultánea, empezó también a crecer un polémica inducida, aparentemente, por adeptos del régimen indigestos por la goliza que ambos comunicadores le acababan de anotar al presidente. Como resulta prácticamente imposible rebatir cifras y argumentos, la shitstorm se concentró en la «profanación» del santuario del pontífice. Hasta que Jorge Gómez Naredo, director de la autodenominada Revista Polemón (en realidad es un pasquín dedicado a alabar acríticamente a López Obrador) descubrió el agua tibia: ¡el sketch era un montaje!

Como lo describió @embolicat en un hilo, dentro de su cuenta de Twitter, el equipo de producción de latin.us hizo un gran trabajo para reproducir con gran fidelidad la escenografía de la mañanera. (Lean el hilo: al final descubrirán una monedita dorada dejada por el equipo de producción, exquisita). Y estoy seguro que Gómez Naredo quiso responder a la ironía con ironía, señalando la presunta participación de Loret de Mola en el montaje del célebre caso Vallarta-Cassez. Sin embargo, las tendencias en la red del pajarito siguieron aplaudiendo a la dupla Trujillo-Loret, y de paso se divirtieron un rato a costillas del autodenominado polemista pro4T.

¿Por qué pasa esto? El día de hoy, y después de un torpe intento del presidente por revertir la corriente de opinión tuitera (¿no les intriga por qué le afecta tanto lo que pase en Twitter?), las tendencias siguen apoyando con fuerza este ejercicio de humor y crítica, a pesar de los esfuerzos que coordina la red AMLOve, como ha documentado Signa Lab. La respuesta es muy sencilla: frente a la solemne arrogancia en la que se han envuelto el presidente y sus seguidores, el común de las personas prefiere la irreverencia y el humor.

No es posible asegurar nada. Pero este sketch consiguió abrir una grieta en los pies de barro de la popularidad presidencial, que podría crecer hasta destruirla. El humor y el poder nunca están del mismo lado. Aquél es un arma incruenta que revela la naturaleza del segundo, y vuelve a convertir en humanos a quienes desean ser como dioses. Porque los comunes se deleitan riéndose de la fatuidad y soberbia de los poderosos. Como en el cuento de Hans-Christian Andersen, la multitud suelta la despiadada carcajada cuando un niño señala que el emperador va desnudo. El humor es el dedo de ese niño, capaz de despertar a una sociedad sometida o apabullada de su letargo.

Por su parte, quienes se empeñan en defender a al poderoso se vuelven pedantes propagandistas, que pretender dar lecciones trepados en un ladrillo de autoridad moral. Así se han vuelto irrelevantes muchos comunicadores que antes fueron fieros denunciantes de los atropellos del poder, pero que por identificarse con «la causa», hoy no dicen ni Pío. Enfermos de hubris, echan maromas para desviar la atención de los yerros del presidente, pero solo consiguen ridiculizarse a sí mismos. Por esta razón, la audiencia prefiere más Latin.Us y menos Polemón.

Juan Pueblo ni lee las columnas de opinión, ni sigue los programas de debate entre expertos en política. Pero, no lo dude, estará atento para ver el próximo sketch del dueto del momento. Al menos durante toda esta semana, el payaso y el periodista le sacaron el «detente» al presidente.

@ppbustamante

Naamán y el cubrebocas.

En el Antiguo Testamento existen muchos relatos deliciosos, que arrojan luz sobre las circunstancias que vivimos, sin que por ello tengamos que abrazar ninguna fe. Desde hace ya varios días recuerdo uno de ellos, protagonizado por Naamán, gran general sirio, y el profeta Eliseo, de Israel.

Lo sintetizo para quienes no estén familiarizados con él, aunque siempre es recomendable leerlo completo en 2 Reyes 5, 1-15.

Naamán era el general preferido del rey de Siria, por ser «valeroso en extremo», pero estaba enfermo de lepra. Por recomendación de una esclava israelita, el monarca sirio despachó al enfermo con cartas para el rey de Israel, pidiéndole que curase a su cuate de esa terrible enfermedad.

El soberano hebreo se escandalizó al leer aquellas misivas, se rasgó sus vestiduras, se puso otras, y luego hizo harto aspaviento, diciendo que él no era la OMS, que los presidentes anteriores le habían dejado un sistema de salud en ruinas, que el INSABI apenas estaba empezando a operar, y que seguro era una treta de sus adversarios para declararle la guerra. Pero, como sucede en países más literarios que el nuestro, el profeta Eliseo envió un DM a su monarca, informándole que él podía curar la lepra y al mismo tiempo coadyuvar para la firma de un anhelado tratado de libre comercio con la potencia vecina.

Y allá va Naamán, a visitar al profeta Eliseo. Pero al llegar a la puerta del vidente, solo recibió un mensaje diciéndole que se bañara siete veces en el río Jordán, y quedaría curado. Para el orgulloso oficial, este desplante fue tomado como insulto, y se dio la vuelta profiriendo ajos y ejos contra todo el tercer mundo, sus costumbre, sus habitantes y su gobernantes, no sin antes emitir una nota diplomática al respecto.

Pero ya cuando se le bajó el coraje, sus criados se acercaron para decirle que no mi general, que no se ponga así, que ya había probado de todo y que ni las nanopartículas de cítricos le habían hecho nada, y que si el remedio que le proponían era tan simple como decretar un día de blaneario para toda la comitiva en Tepetongo, pues qué más daba y que no perdía nada con intentarlo.

El buen Naamán, quien era colérico, pero buena gente, reflexionó que si ya habían hecho el viaje, pues qué más daba. Así que la comitiva enfiló al Jordán para bañarse. Y, cuando ya todos estaban todos chamuscados, repletos de ceviche de cazón en tostadas, y medios cuetes por tanta cerveza, Naamán se dio cuenta que su piel parecía pompi de bebé. Hasta aquí el relato.

Lamentablemente, nuestro orgulloso general AMLO no tiene la suerte de tener buenos criados. Es decir, sí está rodeado de criados, pero ninguno de ellos lo aprecia tanto como para buscarle el modo, ayudarle a saltar sobre su soberbia, y atender una simplísima recomendación de salud, en beneficio de todos. Hugo López – Gatell no ha sabido jugar ese papel para decir: «mire Jefazo de mi vidaza, si la cura para la COVID-19 dependiese de que usted se fuera de cruzada contra adversarios conservadores, feministas politiqueras y hordas de niños con cáncer, ¿a poco no lo intentaría? Pero si la recomendación del profeta es tan sencilla como pedir a todos los mexicanos portar un cubrebocas, ¿por qué no intentarlo?

Pero no. El siervo ha optado por no condescender con el amo colérico, y no interpelar su soberbia con ciencia y razón. Ha elegido sobarle el ego, dicendo que cómo cree, que él, rayito de esperanza, es una fuerza moral y no de contagio, y que su sana distancia motiva al pueblo de México a trascender su proverbial rechazo a la civilidad, y sus mensajes convencen a todos de guardar las medidas de salud para domar la pandemia.

Mientras tanto, ya enfilamos hacia los 60,000 mexicanos muertos. López Obrador debería reconsiderar leer de vez en cuando el Antiguo Testamento. O simplemente leer.

NAAMAN
Eliseo rehusando los regalos de Naamán. Pieter Grebber, 1637. Museo Frans HalsHaarlem.