La importancia del árbitro.

Hace ya muchos kilos, cuando todavía me quedaba cabello por peinar, fui un jugador de fútbol más o menos decente. Como muchos mexicanos, dedicaba varias horas a la semana a patear la pelotita en compañía de otras personas, fanáticas del juego como lo era su servidor. Además de los meniscos destrozados, puedo asegurar que el fútbol me dio mucho más de lo que yo le di al deporte-poema.

En el momento cumbre de mi amateurismo pambolero, fui invitado por un amigo a enrolarme en un club de fútbol semiprofesional que tenía el pintoresco nombre de “Cobras”, de Cocula, Jalisco. Tirábamos de patadas cada domingo, con otros equipos que formaban una liga municipal. Siendo Cocula una población a medio camino entre lo rural y lo urbano, cada visita era la oportunidad de conocer un poco más de la vida en aquella querida región. Había un par de estadios municipales, con canchas de buena calidad, y varios potreros que se convertían en coliseos durante los fines de semana, con tribunas que llenaban los familiares de los jugadores, sedientas de la sangre de los contrincantes. Aquellos años que fui el carrilero derecho de “Cobras” siguen siendo un recuerdo entrañable, y una escuela de humanidad, que el día de hoy sigo agradeciendo.

Uno podría imaginarse que lo más esencial del fútbol se vive en la final de la Copa del Mundo cada cuatro años, o en la Liga de Campeones de la UEFA. O, con otra proporción pero también legítima, en las tribunas de la Liga MX, apoyando a las Chivas rayadas, la Máquina de la Cruz Azul, los Pumas de la UNAM, o al infumable América. Creo que esto es un error, pues si estos eventos generan una gran pasión, se debe al arraigo que tiene el fútbol como el juego preferido en los pueblos y las barriadas de las ciudades. Juan Villoro encontró una expresión exacta para describir el fenómeno de identificación y representación simbólica que genera el fútbol: “Los once de la tribu”, los elegidos que cargan sobre sí el honor de un puñado de familias, de un barrio, una población, una clase social. Créanme, las “tribunas” de una cancha llanera pueden ser tan o más pesadas que la de un estadio de malosos, como el Nou Camp, de León.

Recuerdo con claridad un partido que jugamos en una cancha (es un decir), que estaba literalmente colgada en la ladera de un cerrito, no muy lejos de Cocula. Para aquella temporada habíamos fichado a un excelente 2 en 1. El Padre Ramón era el joven diácono de Cocula. Así, ganábamos para el equipo el apoyo divino, junto con un delantero muy veloz que además tenía un letal remate de cabeza. Pues en aquella ocasión, los jugadores del equipo contrario (no recuerdo el nombre), quienes eran ateos o no tenían temor de Dios, se surtieron a patadas a nuestro padrecito a todo lo largo del primer tiempo, y por todo lo ancho de la cancha (es un decir).

Hasta que, después de recibir una barrida capaz de talar un árbol de guamúchiles, nuestro clérigo goleador se olvidó de la prudencia eclesial, se puso de pie de un salto, y le puso un pechazo al agresor al son de un “¡ktraispndejo!”. Acto seguido, los treinta y tantos aficionados del equipo local, en su mayoría mujeres, invadieron la cancha emitiendo unos sonidos que, aún el día de hoy, no sabría decirles si eran gritos de Valkirias, o aullidos de mariachis. Ante la embestida contraria, adoptamos la formación defensiva que todo llanero conoce, y que ha salvado la vida a tantos futbolistas amateur: espalda con espalda, puños en alto, y chin-chin al que se raje. De poca ayuda resultaban las manos consagradas de nuestro curita, así que le pedimos mejor prepararse para tirar guamazos.

Sin embargo, después de un par de minutos de lo que el célebre “Perro” Bermúdez denomina “se armó el traca-traca” (es decir, empujones, más pechazos, más gritos de señoras y más dosis de “¡ktraispndejo!”, y otras tantas de “¡lquekierasptito!”, en medio de la trifulca se alzó serena, pero firme, la figura del árbitro separando gladiadores, mandando a las señoras a las gradas, sacando un par de tarjetas rojas (una por equipo, para equilibrar), señalando un punto en el terreno y levantando la mano derecha, para indicar que el juego debía reanudarse con un tiro libre indirecto a favor nuestro.

Huelga decir que llovieron todavía otros muchos insultos, tanto para el sacrificado nazareno como para su estoica madrecita. Pero el árbitro, transfigurado en estatua de marfil, mantuvo la sanción, fruto de su interpretación del reglamento, hasta que todos, rechinando los dientes, se colocaron de nuevo en posiciones para dar continuidad al partido. Después de ese incidente, el partido concluyó en medio de una calma chicha, con un salomónico empate a 1 como resultado, y un hombre de Dios mascullando entre dientes, antes de subirse a la pick up oficial del equipo “xingoamimadresilesvengoacelebrar, hijosdesutiznadamá…” Es decir, sin incidentes qué lamentar.

A pesar de la antipatía que nos genera, el árbitro es un factor sine qua non para la realización del juego. De no haber estado el árbitro para aplicar el reglamento con claridad y firmeza, a pesar de las protestas de tirios y troyanos, el juego habría terminado aquella tarde en batalla campal. Prácticamente nadie de los que estábamos en aquella cancha conocíamos el nombre de aquel árbitro, lo que permitía que, a pesar de la calentura del momento, todos aceptáramos, en cierta medida, la imparcialidad de la decisión, aunque esta pudiera no ser del agrado de la concurrencia. Así son las reglas. Y sin reglas ni árbitro, existe el juego. Así de fácil. Más que un mal necesario, el árbitro es la garantía de que el juego podrá transcurrir sin traspasar el límite de la violencia.

Esta metáfora aplica también para nuestro orden republicano. Hace mal el presidente en calentar a la tribuna acusando al árbitro por marcarle una falta en la elaboración de su “Ley de la Industria Eléctrica”. La tarea de los jueces no es ser populares, sino interpretar las reglas del juego, contenidas en la Constitución, y sancionar lo que ellos contemplan. ¿Puede haber casos de jueces corruptos? Sí, y para eso hay una comisión que los disciplina, sanciona o suspende. Pero es muy peligroso que el jugador más fuerte, más popular sobre la cancha, diga desde el círculo central, que el árbitro está vendido. Porque no solo pone en riesgo la integridad del árbitro. También puede echar a perder el juego, con consecuencias qué lamentar.

Empujar la vaca.

Una breve historia.

Un maestro con su discípulo caminaban por la montaña. En un paraje sumamente aislado divisaron una casa, y se dirigieron a ella. Encontraron a la entrada de la misma a un hombre, evidentemente flaco por los años de carencias. Ningún animal se veía en el corral desgastado, y unas pocas plantas de hortalizas se arrastraban penosamente en un huerto casi seco. Una mujer abrazaba a un niño famélico, bajo el quicio de la puerta. El joven aprendiz miraba consternado ese dramático cuadro, cuando escucho la voz de su maestro, dirigiéndose al dueño de la casa.

«Buenas tardes, amigo. No hay muchas personas cerca con quiénes intercambiar cosas. ¿Cómo hacen para sobrevivir?», preguntó el maestro.

«Pues tenemos una vaquita, que está por allá, cerca del barranco. Todos los días la ordeño, y la mitad de la leche la vendo en un pueblo, que queda demasiado lejos de aquí, y la otra mitad la utilizamos para sacar crema y queso para nosotros», respondió el dueño de aquella casa, quien invitó a ambos visitantes un vaso de agua. Después, se despidieron cordialmente.

Antes de alejarse demasiado de la propiedad, el maestro se sentó en una roca, y se dirigió a su discípulo: «¿Viste la situación de estas personas? Ve hasta donde está la vaca, y luego tírala por el barranco?» El joven miró a su maestro con incredulidad, pero al no encontrar asomo de duda en su cara, caminó sigilosamente hasta donde estaba la vaca, y la empujó por el barranco. Por supuesto, la vaca murió al caer. Y aquel joven siguió su camino con el corazón lleno de culpa y arrepentimiento.

Un par de años después, el joven discípulo, corroído por el recuerdo de aquel día y deseoso de reparar el daño hecho a aquella pobre familia, abandonó a su maestro, y regresó a la montaña, hasta encontrar la casa perdida en el paraje aislado.

Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró aquella casa solitaria completamente transformada. El huerto estaba lleno de plantas saludables, que se doblaban por tantos frutos. Unos cuantos árboles frutales crecían lozanos al fondo. La mujer vigilaba a un niño que ahora lucía unos cachetes colorados, mientras abrazaba un bebé rozagante. Y en el corral, había no solo una nueva vaca -con un becerrito-, sino varias gallinas y unos cuantos corderos.

Con la quijada arrastrando, el joven llegó hasta donde estaba el dueño de la casa, quien lucía ahora una curiosa barriga, y se presentó como el joven que les había visitado un par de años antes, acompañando a un viejo maestro.

«Claro que te recuerdo, muchacho», dijo sonriente el hombre.

«¿Qué pasó aquí? ¿Cómo es que todo se volvió tan próspero?», balbuceó el joven.

«Mira muchacho: sucedió que un día afortunado, la vaca que teníamos se cayó por el barranco. Y al vernos sin nada, tuvimos que intentar hacer cosas nuevas, y aprender otras habilidades. Con ello, descubrimos que podíamos mejorar nuestra situación. Y mira, ¡no vamos tan mal!», dijo con orgullo el joven granjero.

Hasta aquí la historia. Ahora hay que tratar de encontrarle relación con nuestra realidad.

Frente al dilema que nos plantea la próxima jornada electoral, por la lamentable calidad de los candidatos de todos los colores, lo peor que podemos hacer es renunciar a nuestro derecho a participar ejerciendo el voto. Quienes percibimos con preocupación la clara deriva autoritaria de este gobierno, hubiéramos querido tener una alternativa clara, atractiva, sólida, y democrática enfrente. Lamentablemente, no es así, pues los partidos opositores al eje morenista tampoco están interesados en reconocer errores y trabajar por consolidar instituciones ciudadanas que resten fuerza a los partidos y gobernantes. Esos compas ya están muertos, nomás no les han avisado, como dice la canción del Jáisenber.

Frente a este panorama desolador, tengamos muy claro que lo que está tronado es nuestro sistema de partidos (como la vaca de la historia), no la democracia. Si apreciamos los beneficios de la democracia, debemos luchar por defenderla. Es muy difícil acotar el poder, y si cedemos más terreno del que hemos perdido en estos dos años, tardaremos mucho en reconstruir lo derrumbado. ¿No me creen? Vean a Venezuela. ¡Tantas veces nos dijeron exagerados, pero cada paso del presidente y su servidumbre nos llevan en la misma dirección que aquella nación hermana!

O.K. Estamos de acuerdo (creo) en que la democracia sigue siendo una forma de gobernarnos deseable. Parafraseando a Churchill, la democracia apesta; pero no tenemos nada mejor con qué reemplazarla hasta ahora.

¿Votar por los candidatos de Morena? Si usted quiere seguir dándole la oportunidad a este ¿partido? porque todavía cree que algo bueno puede salir de este gobierno, le recomiendo que vote por el candidato a gobernador, o hasta por su presidente municipal. Si esa agrupación política merece una oportunidad, se la debe ganar en el nivel más cercano a las necesidades más verdaderas: las tuyas y las mías. Pero de ninguna manera recomiendo votar por sus candidatos a legisladores. Esto es nuevo, y es importante. Si podemos organizarnos para empujar el voto para plantarle un contrapeso a la voluntad hoy todopoderosa de AMLO, debemos, por primera vez en la historia moderna de nuestro país, concentrarnos en la importancia del legislativo para ello. Para detener la deriva autoritaria, hay que quitarle la mayoría calificada a Morena en la cámara de diputados, y evitar que se haga del control de las legislaturas estatales.

¿Esto quiere decir resignarnos a sostener a partidos escleróticos, comodinos y deseoso de, en un descuido, hacerse de todo el poder que López Obrador ha concentrado en la figura presidencial? De ninguna manera.

Nuestra tarea, y tenemos muy poco tiempo para llevarla a cabo, es hacer visible nuestra voluntad de querer el cambio en el sistema de partidos, y obligarlos a adoptar nuestra agenda. Madurar como ciudadanos, dejar atrás la infancia democrática para hacer valer nuestro interés. 

Temas que debemos exigir a los representantes que nos imponen los partidos de oposición a Morena:

  • Un plan claro para terminar con la creciente inseguridad, que claramente ponga un plazo final a la militarización de los cuerpos de seguridad;
  • Un plan económico de recuperación que integre estímulos fiscales y apoyo a pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleos generan en el país;
  • Avances reales en la agenda de género: fin a la violencia contra las mujeres, equidad de género en oportunidades y remuneración, reapertura de estancias infantiles y refugios, y poner sobre la mesa, con seriedad y voluntad, el derecho a decidir;
  • Exigir una política energética que honre los acuerdos que México ha firmado, comprometido en la construcción de una economía sustentable, basada cada vez más en energías limpias y renovables. Fin a la política de energías fósiles, por el futuro de nuestros hijos;
  • Rescate de los órganos autónomos que tienen el mandato de supervisar a los poderes. El rumbo que teníamos no era erróneo, y si había que corregir excesos y corrupción, concentrarse en ello. La tendencia democrática es acotar el poder, no concentrarlo, como lo ha hecho la 4T.

Para ello, debemos dejar la comodidad de la queja en redes sociales, para acercarnos a los vecinos, identificar a los candidatos, y contactarlos para sentarlos en nuestras colonias, en nuestras casas, o al menos en nuestras reuniones de zoom, a escuchar nuestras exigencias.

Finalmente, dos tareas más: 

  • Elijamos un partido de relleno (o dos) y propongámonos trabajar porque pierdan su registro. Todos los partidos lucran a partir de su registro, pero se esmeran por eludir la tarea de representación. Pero los partidos rémora son especialmente perjudiciales, pues representan intereses corporativos que se ponen al servicio de los partidos más grandes, sin convicciones ni preferencias (PVEM y PES), para apoyar sus campañas. Elijamos uno, y hagamos campaña para que nadie vote por él (yo propongo el PES, y desde ahí podemos seguirnos con los demás, una elección a la vez). Si además de promover -razonadamente- una acción de este tipo, la hacemos visible, la volvemos tendencia, los partidos políticos tendrán una probadita de lo que haremos los ciudadanos con diálogo, intención y organización.
  • Promovamos el voto. Lecciones desde Caracas: la mucha queja, el juicio del otro, no gana elecciones. El partido en el poder siempre tiene la ventaja del manejo del presupuesto, que pone a su disposición la generación de clientelas electorales. Para contrarrestar esta notable ventaja, se tiene que generar un tsunami de votos, similar al que puso a la mafia morenista en el poder.

En conclusión, si queremos que este país tome un rumbo distinto al que López Obrador ha marcado (y sabemos que no va a cambiar si no tiene contrapesos enfrente), tenemos que salir de nuestra comodidad para convencer a nuestro metro cuadrado sobre la importancia que tiene la próxima elección. No echemos la experiencia de estos útlimos dos años en saco roto.

Más Latin.us, menos Polemón.

Loret de Mola y Brozo 'acudieron' a la mañanera y se burlaron de ella:  "¿Cuántas mentiras no se han dicho en este lugar?"
Fotografía: Yahoo Noticias. Bueno, Yahoo Noticias la tomó de Latin.Us

Desde el momento en que inicia el sketch, el «atrevimiento» sorprende, cautiva y dispone al espectador a seguirse de frente. El escenario del Salón Tesorería del Palacio Nacional, sede de las inefables «mañaneras» del presidente López Obrador se encuentra prácticamente vacío, salvo por Víctor Trujillo, caracterizado como «Brozo», su personaje más famoso. La cámara juega con diferentes planos, mientras el payaso tenebroso empieza a bailar sobre el primer estrado de la nación. La introducción dura apenas unos segundos, para dar entrada, desde el extremo derecho del plano general, Carlos Loret de Mola, el periodista estandarte del sitio Latin.us, cuya irrupción en el espacio informativo del país ha resultado novedoso y la piedra más molesta en el zapato del régimen cuatroteísta.

Ambos se ven perfectamente cómodos a cuadro. Parece que chacotean, pero en realidad están ejecutando un género televisivo complicadísimo: la sátira política. La dominan tan bien que es imposible decir quién de los dos está conduciendo el clip, y quién está haciendo el papel de patiño. Uno comparte algunos datos, y el otro los transforma en bromas. Luego, el otro editorializa brevemente, para que el de enfrente responda con sarcasmos y agudos señalamientos.

No conformes con ello, deciden invadir la mismísima cancha del presidente, que es el lenguaje simbólico. Para este momento ya están desatados, y empiezan a desmontar el significado simbólico de la farsa que se representa cada mañana ahí: sillas vacías, cubrebocas, pollitos de hule, y hasta un detalle tan irónico y sutil, que merece por sí solo un Emmy. Brozo que, al igual que Batman, es él mismo un símbolo, rebasa el lenguaje estudiadamente populachero de López, para empezar a tirar vigas a diestro y siniestro, como lo hace cualquier hijo de vecino. Si aún no lo ha visto, no deje de hacerlo. Para reir, ¡por supuesto! Pero, analizándolo a fondo, resulta una joya.

Conforme avanzaron las horas, el clip de video empezó a acumular vistas y «likes» en YouTube. De forma simultánea, empezó también a crecer un polémica inducida, aparentemente, por adeptos del régimen indigestos por la goliza que ambos comunicadores le acababan de anotar al presidente. Como resulta prácticamente imposible rebatir cifras y argumentos, la shitstorm se concentró en la «profanación» del santuario del pontífice. Hasta que Jorge Gómez Naredo, director de la autodenominada Revista Polemón (en realidad es un pasquín dedicado a alabar acríticamente a López Obrador) descubrió el agua tibia: ¡el sketch era un montaje!

Como lo describió @embolicat en un hilo, dentro de su cuenta de Twitter, el equipo de producción de latin.us hizo un gran trabajo para reproducir con gran fidelidad la escenografía de la mañanera. (Lean el hilo: al final descubrirán una monedita dorada dejada por el equipo de producción, exquisita). Y estoy seguro que Gómez Naredo quiso responder a la ironía con ironía, señalando la presunta participación de Loret de Mola en el montaje del célebre caso Vallarta-Cassez. Sin embargo, las tendencias en la red del pajarito siguieron aplaudiendo a la dupla Trujillo-Loret, y de paso se divirtieron un rato a costillas del autodenominado polemista pro4T.

¿Por qué pasa esto? El día de hoy, y después de un torpe intento del presidente por revertir la corriente de opinión tuitera (¿no les intriga por qué le afecta tanto lo que pase en Twitter?), las tendencias siguen apoyando con fuerza este ejercicio de humor y crítica, a pesar de los esfuerzos que coordina la red AMLOve, como ha documentado Signa Lab. La respuesta es muy sencilla: frente a la solemne arrogancia en la que se han envuelto el presidente y sus seguidores, el común de las personas prefiere la irreverencia y el humor.

No es posible asegurar nada. Pero este sketch consiguió abrir una grieta en los pies de barro de la popularidad presidencial, que podría crecer hasta destruirla. El humor y el poder nunca están del mismo lado. Aquél es un arma incruenta que revela la naturaleza del segundo, y vuelve a convertir en humanos a quienes desean ser como dioses. Porque los comunes se deleitan riéndose de la fatuidad y soberbia de los poderosos. Como en el cuento de Hans-Christian Andersen, la multitud suelta la despiadada carcajada cuando un niño señala que el emperador va desnudo. El humor es el dedo de ese niño, capaz de despertar a una sociedad sometida o apabullada de su letargo.

Por su parte, quienes se empeñan en defender a al poderoso se vuelven pedantes propagandistas, que pretender dar lecciones trepados en un ladrillo de autoridad moral. Así se han vuelto irrelevantes muchos comunicadores que antes fueron fieros denunciantes de los atropellos del poder, pero que por identificarse con «la causa», hoy no dicen ni Pío. Enfermos de hubris, echan maromas para desviar la atención de los yerros del presidente, pero solo consiguen ridiculizarse a sí mismos. Por esta razón, la audiencia prefiere más Latin.Us y menos Polemón.

Juan Pueblo ni lee las columnas de opinión, ni sigue los programas de debate entre expertos en política. Pero, no lo dude, estará atento para ver el próximo sketch del dueto del momento. Al menos durante toda esta semana, el payaso y el periodista le sacaron el «detente» al presidente.

@ppbustamante

Preguntas frecuentes sobre la educación privada.

Como director, soy testigo de los golpes despiadados con que la crisis económica ha golpeado a las escuelas privadas desde que todos tuvimos que confinarnos para hacer frente a la pandemia de COVID-19.

A unos pocos días del inicio del nuevo ciclo escolar es preocupante ver cómo crece una corriente de opinión que señala a la educación privada como enemigo de las familias, en medio de la crisis. Por supuesto que en medio de lo inédito de esta situación todos quisiéramos reducir nuestros gastos. Pero también es cierto que tenemos diferentes medidas para juzgar nuestras compras. Por ejemplo, todos estamos de acuerdo en que quisiéramos una exención de impuestos, no sólo durante la pandemia, sino para toda la vida. Pero, por otra parte, todos vimos las escenas de compatriotas comprando dos o tres cartones de cerveza después de que se volvió a abrir la producción nacional. Prioridades, pues.

Si bien es comprensible la preocupación que genera el pago de las colegiaturas, creo importante valorar con justicia la tarea que enfrenta la educación privada a partir del próximo lunes 24 de agosto, así como su relevancia para las familias mexicanas. Para ello, quiero responder a tres preguntas que he escuchado mucho últimamente en mi oficina.

¿Da lo mismo que mi hijo estudie en cualquier escuela mientras las clases sean en línea?

No. Como siempre, cada escuela genera una oferta educativa diferente. Las escuelas públicas, por determinación del gobierno federal, apostarán por una «educación bancaria», término utilizado por Paulo Freire para describir a la escuela en la que el papel del maestro es «transmitir» conocimientos, y el del estudiante es ser un recipiente pasivo que será llenado por la sapiencia docente. La elección de un medio de comunicación de gran alcance a nivel nacional sacrifica la dimensión social del aprendizaje, relegando la mediación docente, la convivencia, el aprendizaje social, el diálogo, etc.

Pero también entre escuelas particulares habrá diferencias. Desde el pasado 16 de marzo, los colegios empezamos un proceso de adaptación que inició como una respuesta a la emergencia, que se fue transformando en una comprensión más profunda de las herramientas de la educación a distancia. (Es justo decir que muchas escuelas oficiales también recorrieron esta ruta, a la que renunció la SEP). Y cada colegio, desde sus propios valores, corrientes, metodologías y posibilidades ha diseñado propuestas específicas. Así, dentro de semana y media, se desplegará un abanico amplio de ofertas: algunas basadas en las plataformas tecnológicas, apostando por la autonomía de los estudiantes; otras fundadas en la mediación posible en línea y la socialización del aprendizaje. El éxito de cada oferta educativa también dependerá de los apoyos (humanos y tecnológicos) que cada escuela pueda desplegar para apoyar a niños y padres de familia durante los meses que restan de confinamiento.

Tomar decisiones pensando -sin algo de análisis- que mientras dure el periodo de aprendizaje en línea da lo mismo estudiar donde sea, puede ser una decisión costosa en el futuro.

¿Y si hacemos «homeschooling»?

Para empezar, el «homeschooling», o mejor dicho «escuela en casa» no es una modalidad reconocida como parte del Sistema Educativo Mexicano. Traduzco: la SEP no emite ni reconoce certificados de aprendizaje en casa (el art. 10 de la Ley General de Educación establece los componentes del Sistema Eduactivo Mexicano) Las familias que en nuestro país optan por esta modalidad se ven en la necesidad de pagar (no, no es gratis) al menos un trámite de reconocimiento de estudios generado por instituciones educativas en el extranjero, generalmente norteamericanas. Esta sería la opción de corto y mediano plazo. El riesgo es que si las escuelas empiezan a trabajar presencialmente, digamos, en enero, será difícil obtener estos reconocimientos. Conozco de cerca un caso en el que el mentado papel de la escuela norteamericana generó una confusión con su revalidación que puso a una muchachita en riesgo de perder no solo uno, sino dos ciclos escolares.

Pero hay otra problemática: el homeschooling requiere de preparación, organización, disciplina, didáctica, pedagogía, y paciencia. Y si bien es posible contratar a alguna maestra para dirigir el aprendizaje de un grupo de niños, la falta de la estructura escolar representa un reto para asegurar avances y aprendizajes al mismo ritmo que lo hace la escuela formal. Y, pongámonos a pensar, ¿qué garantías de seguridad y salud ofrece esta modalidad a un grupo de niños que están haciendo homeschooling precisamente por una emergencia sanitaria?

¿Por qué apostar por la educación de mis hijos en medio de una crisis económica?

Todos buscamos la forma de darle valor a las cosas en las que gastamos nuestro dinero. Es fácil determinar si una computadora fue una buena compra, porque puedo evaluar su desempeño, la duración de su batería y su rapidez, entre otros atributos. Sin embargo, cuando compré un paquete de vacaciones, necesito hacer un balance entre el cuarto donde fui hospedado y, por ejemplo, qué tan bien lo pasaron los miembros de mi familia.

En educación vendemos intangibles. Yo, a lo largo de más de veinte años de carrera, me he convencido que una escuela vende una promesa: cuando tu hijo necesite enfrentarse a los retos de su vida adulta, tomando sus propias decisiones y buscando construir, de manera autónoma, su propio proyecto de vida, el aporte de mi institución educativa será crucial para que lo haga, al mismo tiempo, con éxito y felicidad. Esto debe traducirse en concretos relacionados con un servicio de calidad, visibilidad de aprendizajes en los alumnos y, muy importante, su gusto por pertenecer a su colegio.

En este momento la educación se está transformando profundamente en todo el planeta. Cuando la tormenta de la pandemia amaine (lo hará), nos encontraremos saliendo de nuestras casas a un mundo diferente al que dejamos atrás en 2019. Descubriremos que las tecnologías para la información y la comunicación (TIC) serán imprescindibles en todos los ámbitos de la sociedad y la economía. Pero también descubriremos que serán necesarias nuevas habilidades, no sólo para aprender, sino para construir las relaciones sociales. Este periodo de aprendizaje en línea está formando, intensiva y simultáneamente, a los estudiantes del 2021 y a los profesionistas de la próxima década.

La capacidad para sostener esfuerzos, la organización personal, la resiliencia ante las frustraciones del trabajo en línea, la resolución de los conflictos, la investigación guiada y validada por el docente, el goce de los éxitos, las nuevas formas de convivencia, el trabajo en equipo, y muchas habilidades más se constituirán inexorablemente, en las cualidades que requerirán nuestros hijos para convertirse en profesionistas, emprendedores, científicos… ciudadanos.

En medio de la crisis económica y de salud se trata menos de ahorrar todo lo que se pueda, y más de priorizar el uso que damos a nuestros mermados ingresos. No dudemos invertir en la educación. Es un momento excepcional para hacerlo.

Naamán y el cubrebocas.

En el Antiguo Testamento existen muchos relatos deliciosos, que arrojan luz sobre las circunstancias que vivimos, sin que por ello tengamos que abrazar ninguna fe. Desde hace ya varios días recuerdo uno de ellos, protagonizado por Naamán, gran general sirio, y el profeta Eliseo, de Israel.

Lo sintetizo para quienes no estén familiarizados con él, aunque siempre es recomendable leerlo completo en 2 Reyes 5, 1-15.

Naamán era el general preferido del rey de Siria, por ser «valeroso en extremo», pero estaba enfermo de lepra. Por recomendación de una esclava israelita, el monarca sirio despachó al enfermo con cartas para el rey de Israel, pidiéndole que curase a su cuate de esa terrible enfermedad.

El soberano hebreo se escandalizó al leer aquellas misivas, se rasgó sus vestiduras, se puso otras, y luego hizo harto aspaviento, diciendo que él no era la OMS, que los presidentes anteriores le habían dejado un sistema de salud en ruinas, que el INSABI apenas estaba empezando a operar, y que seguro era una treta de sus adversarios para declararle la guerra. Pero, como sucede en países más literarios que el nuestro, el profeta Eliseo envió un DM a su monarca, informándole que él podía curar la lepra y al mismo tiempo coadyuvar para la firma de un anhelado tratado de libre comercio con la potencia vecina.

Y allá va Naamán, a visitar al profeta Eliseo. Pero al llegar a la puerta del vidente, solo recibió un mensaje diciéndole que se bañara siete veces en el río Jordán, y quedaría curado. Para el orgulloso oficial, este desplante fue tomado como insulto, y se dio la vuelta profiriendo ajos y ejos contra todo el tercer mundo, sus costumbre, sus habitantes y su gobernantes, no sin antes emitir una nota diplomática al respecto.

Pero ya cuando se le bajó el coraje, sus criados se acercaron para decirle que no mi general, que no se ponga así, que ya había probado de todo y que ni las nanopartículas de cítricos le habían hecho nada, y que si el remedio que le proponían era tan simple como decretar un día de blaneario para toda la comitiva en Tepetongo, pues qué más daba y que no perdía nada con intentarlo.

El buen Naamán, quien era colérico, pero buena gente, reflexionó que si ya habían hecho el viaje, pues qué más daba. Así que la comitiva enfiló al Jordán para bañarse. Y, cuando ya todos estaban todos chamuscados, repletos de ceviche de cazón en tostadas, y medios cuetes por tanta cerveza, Naamán se dio cuenta que su piel parecía pompi de bebé. Hasta aquí el relato.

Lamentablemente, nuestro orgulloso general AMLO no tiene la suerte de tener buenos criados. Es decir, sí está rodeado de criados, pero ninguno de ellos lo aprecia tanto como para buscarle el modo, ayudarle a saltar sobre su soberbia, y atender una simplísima recomendación de salud, en beneficio de todos. Hugo López – Gatell no ha sabido jugar ese papel para decir: «mire Jefazo de mi vidaza, si la cura para la COVID-19 dependiese de que usted se fuera de cruzada contra adversarios conservadores, feministas politiqueras y hordas de niños con cáncer, ¿a poco no lo intentaría? Pero si la recomendación del profeta es tan sencilla como pedir a todos los mexicanos portar un cubrebocas, ¿por qué no intentarlo?

Pero no. El siervo ha optado por no condescender con el amo colérico, y no interpelar su soberbia con ciencia y razón. Ha elegido sobarle el ego, dicendo que cómo cree, que él, rayito de esperanza, es una fuerza moral y no de contagio, y que su sana distancia motiva al pueblo de México a trascender su proverbial rechazo a la civilidad, y sus mensajes convencen a todos de guardar las medidas de salud para domar la pandemia.

Mientras tanto, ya enfilamos hacia los 60,000 mexicanos muertos. López Obrador debería reconsiderar leer de vez en cuando el Antiguo Testamento. O simplemente leer.

NAAMAN
Eliseo rehusando los regalos de Naamán. Pieter Grebber, 1637. Museo Frans HalsHaarlem.

Papa Francisco: la tenía, era suya, y la dejó ir…

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Foto: Reuters

Si por algún épico desatino, Televisa hubiera mandado al célebre locutor de futbol Enrique “el perro” Bermúdez como corresponsal a la Ciudad del Vaticano, éste hubiera podido sintetizar el resultado del “Encuentro a favor de la protección de los menores en la Iglesia”, con su más famosa frase: “¡La teníaaa! ¡Era suyaaa! ¡Y la dejó iiir!”, dedicada al Papa argentino, Jorge Bergoglio, quien seguramente entendería la alegoría futbolera.

Dicha reunión, realizada entre el 22 y 24 de febrero pasados, se planteaba como objetivo definir acciones concretas para encarar el severísimo problema de los abusos sexuales contra menores perpetrados por los miembros del clero católico, en todos los rincones del planeta. Curas pederastas, pues, para no andarnos con rodeos. Cuando se hizo pública la convocatoria, se generó de inmediato una gran expectativa, pues implicó, de facto, un reconocimiento más tardío que valiente, pero inédito, de las conductas criminales que, durante siglos, la Iglesia Católica ha aprendido a ocultar con alevosía.

Sin embargo, los resultados del encuentro fueron decepcionantes no sólo para las organizaciones de víctimas, sino también para el ala más progresista de la Iglesia, que esperaba que Francisco empujara decididamente a todas las conferencias episcopales, y a todos los superiores generales, hacia transformaciones profundas que se consideran necesarias para que el clero católico recupere autoridad moral, influencia e impacto pastoral. La política de “cero tolerancia” con la que el papa argentino convocó a la reunión, cristalizó en una lista de 8 compromisos vagos, que, a la vista de las víctimas, aportan entre poco y nada al combate de este cáncer que amenaza la existencia de la Iglesia, tal y como la conocemos.

Entiendo la postura de muchas personas, cercanas y queridas, católicos comprometidos, no solo con el cumplimiento de los ritos religiosos, sino también dedicados a la promoción de la justicia y la solidaridad (las formas más nobles de la vida cristiana), que dicen: Francisco debe haber aceptado negociar con las presiones de la poderosa curia romana, ultraconservadora, y capaz de movilizar poderosos grupos de interés alrededor del mundo. Francisco debe estar buscando una transformación paulatina, en aras de preservar la fraternidad. Yo me siento obligado a hacerles ver que el bienamado che Papa es un conservador. De lo más «progre» de la conserva, pero conservador, a fin de cuentas. Eso no es malo: una parte importante de su papel se funda, precisamente, en la preservación de una tradición de dos milenios. Sin embargo, será bueno ser realistas con las expectativas sobre sus posicionamientos y acciones en temas relacionados con los derechos progresivos y la justicia.

Este conservadurismo se refleja en la tibieza de sus “acciones concretas”, presentadas como tarea novedosa, pero que han estado presentes en muchos documentos y protocolos de conferencias episcopales y congregaciones religiosas desde la década de los noventas, cuando comenzaron a estallar los escándalos de abusos sexuales de los Legionarios de Cristo en México, de curas en Irlanda y Estados Unidos. Es decir: pan con lo mismo.

Sucede que, como en otros temas, la moral eclesial se ha quedado muy a la saga frente a los avances en la conquista de derechos que se han conseguido sociedades liberales; también en la protección de los derechos de los menores, en buena medida debido al temor de la jerarquía eclesial, especialmente la masculina, a perder poder e influencia. Dicho de otra manera: la pederastia dentro de la iglesia católica no puede seguir siendo tratada como un asunto de su fuero interno, sino que debe someterse abierta, transparente y decididamente, a los marcos legales de los países en los que está inserta la Iglesia.

No basta, para un cambio que es urgente, la promesa de suspender sacerdotes, pues ese, precisamente, ha sido siempre el primer paso de un procedimiento que tiene varios siglos en uso: frente a la denuncia de una conducta incorrecta de uno de los suyos, la remoción de la parroquia o comunidad, y la inmediata asignación a un espacio distinto, en el que el depredador tendrá una nueva oportunidad para empezar de cero, y repetir sus conductas criminales. Pero, en el peor de los casos, habiendo aprendido a disfrazarlas y ocultarlas mejor. Las «casas de recuperación», destino de los reincidentes, (como la célebre casa Alberione, de la diócesis de Guadalajara) se convierten en granjas de descanso, incapaces de extirpar las inclinaciones criminales con terapias disfuncionales, pues están limitadas por el compromiso de protección , silencio, y cuidado de la “vocación” del abusador.

Para poder dimensionar el reto al que se enfrenta, el clero debe sumar a la reflexión teológica – pastoral (comprensiblemente irrenunciable), la urgencia de las cifras, y evitar el error de considerar que uno o dos gestos simbólicos aplacaran a críticos y víctimas. Me explico.

Una vez concluida la reunión en Roma, la oficina papal anunció que pondría a disposición de la justicia australiana al Cardenal George Pell, el otrora poderosísimo director de finanzas del Vaticano, quien ya había sido encontrado culpable por un tribunal de su país, por varios cargos de abuso sexual. Este anuncio es un símbolo hueco, nada más, pues el avance del proceso y el peso de la opinión pública no admitía ya ninguna respuesta que no fuera la condena penal del purpurado. Y sí concuerda perfectamente con el modo de proceder actual de la Iglesia Católica: si no puedes ocultarlo más, entregas una víctma propiciatoria para evitar daños mayores derivados del escándalo.

Por eso, la exhibición de un chivo expiatorio no ayuda en nada para modificar esta marca de identidad criminal en la iglesia. La iglesia deberá aprender a tener una postura más proactiva y responsable, que deseche definitivamente la ilusión de que el derecho canónico priva sobre la justicia civil y penal. Esto, por supuesto, equivale a aceptar que un sacerdote no es ni más ni menos que cualqueir otro ciudadano.

Sería de mucha ayuda para el papa Bergoglio atender a una cifra escalofriante, producto de 25 años de estudio etnográfico sobre la sexualidad de los sacerdotes en los Estados Unidos, realizado por el psiquiatra y exreligioso Richard Sipe, fallecido hace apenas unos cuantos meses, quien calculó que el 50% de los sacerdotes norteamericanos (homosexuales y heterosexuales) eran sexualmente activos. Y que al menos el 7% había abusado sexualmente de, al menos, un menor.

7 de cada 100.

Esta cifra fue un dato de referencia fundamental para el diario norteamericano

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En la foto, Richard Sipe, pionero en el estudio de la sexualidad de los sacerdotes (National Catholic Enquirer)

“The Boston Globe” para orientar su investigación sobre los abusos sexuales cometidos por clérigos en la diócesis de aquella ciudad. Al final de su investigación, la cifra calculada por el trabajo sistemático de Sipe se confirmó con dramática exactitud. Esto permitió a un grupo de reporteros interpretar los movimientos entre parroquias de curas, las reclusiones en casas de descanso, y sus

desapariciones repentinas como parte de un modus operandi que permitía a los abusadores continuar no solo con sus vidas, sino con sus crímenes, en total impunidad. El estudio de Sipe, y los eventos que acabo de sintetizar, fueron retratados magistralmente en la película Spotlight (Tom McCarthy, 2015).

A partir de esta cifra se puede inferir, con un poco de sentido común, la urgencia de acciones más decididas para acabar con la pederastia. Si atendemos a la validez estadística del estudio de Sipe, podemos imaginar que, en México, por ejemplo, el 7% de los sacerdotes de cada diócesis (un poco más, un poco menos), el 7% de los miembros de cada orden religiosa, el 7% del total de los «hombres de iglesia del país», son pederastas. Y la única acción responsable, justa y evangélica que podría tomar cada diócesis, cada orden religiosa, en consecuencia, sería denunciar ante las autoridades a estos sujetos, de inmediato y sin concesiones.

Porque, no nos quepa duda, en la mayoría de los casos, las autoridades eclesiales, y los superiores de cada congregación saben quiénes son parte de su 7%. Porque si no lo hacen, son corresponsables del encubrimiento de crímenes que han destrozado la vida de cientos de personas en México. Eso sería un gesto real de compromiso con la justicia. Eso implicaría un rompimiento con la omertá sagrada, que ha privilegiado la protección de los agresores frente a las víctimas durante demasiado tiempo.

Por eso saben tan mal los tibios compromisos de Francisco. Y por eso resultan tan desafortunados los comentarios dirigidos a los hijos del demonio, y la descalificación a los feminismos. Tienen gusto a una incapacidad autoinfligida para acabar con esta práctica, anteponiendo el bienestar de los pequeños a la imagen y el poder. La consecuencia puede ser, después de la expectativa generada por la reunión en Roma entre propios y ajenos, la pérdida de la autoridad moral que le reste a la iglesia. El mundo ha cambiado, y no perdonará, a partir de este momento, nuevos escándalos perpetrados con la misma metódica y fría crueldad.

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El cardenal Pell, custodiado por la policía, a su llegada a una corte en Melbourne. La fiscalía australiana acaba de pedir su encarcelación inmediata. (Foto: AFP / Tickers)

Un obispo a punto de recibir la sentencia que le corresponde por sus felonías, contra un 7% de clérigos que se mueven de una parroquia a otra, de una comunidad a otra, dejando tras de sí heridas sangrantes en el alma de niños y niñas. Y un silencio cómplice que los acompaña, que los cubre, porque su vocación es más relevante que proteger a los más indefensos (más les valdría atarse una piedra de molino al cuello, dicen que dijo Jesús). Pero, hasta hoy, a Francisco le fallan las matemáticas. Porque una persona, por más cardenal que sea, es mucho menos que 7%. Tenía una oportunidad de oro para impulsar un cambio necesario, imprescindible, en la Iglesia. La tenía, era suya, y la dejó ir. Ojalá que saque la cuentas pronto, y actúe en consecuencia.

(Recomiendo, para quien quiera profundizar en el tema y aproximarse al punto de vista de las víctimas, ver la miniserie titulada «Examen de conciencia», disponible, como «Spotlight» en Netflix).

Menos AMLOs, más Kumamotos.

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Fotos: progresohoy.com y vanguardia.com.mx

Las mejores historias se llevaron a cabo bajo las circunstancias más adversas. Justo en el momento en el que la fe en la democracia y las instituciones del Estado mexicano es un socavón entre los ciudadanos de a pie, la noticia del aval de la Suprema Corte a la iniciativa #SinVotoNoHayDinero llega como una brisa de esperanza. En primer lugar, porque nos presenta a la Suprema Corte como un espacio -tal vez el único- independiente a las agendas de los partidos políticos, y donde el juego de pesos y contrapesos que sustentan la democracia liberal es efectivo. La hoy célebre “Ley Kumamoto” establece una forma de distribuir el presupuesto a los partidos políticos no a partir del total del padrón electoral, sino con base en la cantidad de ciudadanos que hayan votado en el proceso electoral en nuestro estado. Expliquémoslo con un poco más de detalle.

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Fuente: wikipolitica.mx

Hasta el día de hoy, el monto del financiamiento de INE a los partidos se determina aplicando la siguiente fórmula: durante el proceso electoral de 2015, había 87 millones de mexicanos en el padrón electoral nacional. Entonces se multiplicaron estos 87 millones por el 65% del salario mínimo vigente en el D.F., es decir: 87 millones x $80.04 x 0.65… Le dejo a usted la tarea de hacer la operación y descubrir el numerote resultante. Ese dinero se distribuye en un 30% por partes iguales a todos los partidos, y en un 70% de acuerdo con la cantidad del porcentaje de votos obtenidos en la elección a la cámara de diputados. En nuestro estado sólo hay que reemplazar el número de ciudadanos en el padrón local y el monto del salario mínimo de la región.

La ley #SinVotoNoHayDinero modifica los factores de la operación, basándose en la participación ciudadana durante los procesos electorales, en lugar del total del padrón. Así, el cálculo para el financiamiento de los partidos se hará a partir del total de los votos válidos al final del proceso electoral inmediato anterior.  Pongámosle números. En marzo de 2014, el padrón electoral de Jalisco era de 5 millones 900 mil ciudadanos, pero llegaron a la lista nominal (aquellos que recogieron a tiempo su credencial del INE y estaban listos para salir a votar) solo 5 millones 75 mil. Sigamos restando. El día de la elección se registraron 2 millones 900 mil votos, de los cuales 2 millones 820 mil fueron votos válidos. Aproximadamente, un 3% de los votos fueron nulos. El financiamiento local para los partidos, entonces, deberá establecerse a partir de los 2.82 millones de votos válidos, y no a partir de los 5.9 millones registrados en el padrón. El ahorro será considerable. Aplique la fórmula y compare. Será una información grata.

La lógica de esta iniciativa es que los partidos políticos son entes de interés público, y como tales, deben ser evaluados conforme al vínculo que logren generar con las necesidades de la ciudadanía. La hipótesis es que si los ciudadanos reconocen sus intereses en las agendas y propuestas de los partidos, se acercarán en mayor número a votar por ellos. Esto añade un contrapeso a un sistema que se comporta como bloque de piedra a la hora de defender sus ingresos, ajenos a la molestia ciudadana. Ahora, empezando por Jalisco, deberán incorporar a sus cálculos el interés de la ciudadanía. Así fue como la ley se aprobó en nuestro congreso. ¿Quieren conservar sus abultados presupuestos? Con esta ley hay que ganarlo en las calles, y no desde la comodidad de sus curules. No resulta curioso que entre los partidos que impugnaron la ley aprobada por el congreso estatal estén el Partido Verde y Nueva Alianza, partidos cascajo que han aprendido a hacer un negocio político muy jugoso administrando inteligentemente sus pequeñas cuotas de votantes. Sí llama la atención, en cambio, la impugnación de Morena, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador.

Y aquí me parece importante establecer los contrastes, con conciencia plena de que las figuras y la relevancia política de López Obrador y Pedro Kumamoto no tienen punto de comparación. No, al menos, en este momento. Pero mientras la labor del joven político jalisciense está orientada a educar, organizar y empoderar a grupos de ciudadanos, y llevar la agenda de los ciudadanos a la arena legislativa, la lógica del líder máximo del morenismo es el asalto al poder ejecutivo, para desde ahí purificar la política a partir de su voluntad única, marcada por su «honestidad valiente». En los meses que lleva convertido en figura pública, Kumamoto ha sido ejemplo de coherencia, transparencia y comunicación constante y efectiva con los ciudadanos del distrito local que representa, en el municipio de Zapopan. A lo largo de sus muchos años en la política, López Obrador ha sido siempre ejemplo de opacidad y de un sospechoso coqueteo con el autoritarismo conservador.

Es difícil determinar el futuro del joven político jalisciense. Su victoria definitiva en la corte es motivo de esperanza para muchos ciudadanos, desencantados de la democracia por la manera como se comportan todos los partidos políticos, incluido Morena, especialmente cuando se trata de defender su financiamiento con dinero de los mexicanos. Para hacer su tarea, Kumamoto ha escuchado la voz de muchos de sus representados, y ha sabido, junto con su equipo, estructurar inteligentemente una agenda para conseguir los votos necesarios en el congreso local para conseguir la aprobación de su propuesta. No es tarea menor, recordando que Kumamoto es el único diputado sin partido en el poder legislativo estatal, y no tiene nada que ofrecer a cambio más que su gran capital ético y político. López Obrador, por su parte, no suele escuchar ni críticas ni sugerencias. Su pensamiento, de corto alcance, se estructura en torno a unas cuantas ideas simples e irrefutables que convierte en artículos de fe, para generar adherentes cuya labor es reconocer el dogma dentro de su prédica. No negocia: impone o divide, identificando a sus críticos con lo que él llama la “mafia del poder”. Mafia con la que, al menos, sostiene relaciones estables, pues nunca ha abandonado el sistema que ha financiado los tres partidos a los que ha pertenecido en su carrera.

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Foto: mientrastantoenmexico.mx

Algunas personas ya empiezan a candidatear a Pedro Kumamoto para los altos cargos del país. Yo espero que se tome las cosas con calma y que, con el apoyo de su distrito electoral, haga primero una fructífera carrera legislativa local, pues en este proceso ha elegido la vía de la formación ciudadana y la organización en torno al bien común. Pienso que esa es la receta que tanto en Jalisco como en el país necesitamos para romper el círculo vicioso, antidemocrático, que administra la partidocracia mexicana. Y luego ya veremos, si  después de un tiempo el diputado Kumamoto ha mantenido el rumbo de comunicación, transparencia y honestidad que ha demostrado hasta hoy. Andrés Manual ha demostrado que no le interesa ni la comunicación, ni la educación, ni la transparencia. Solo cuenta con su imagen de político honesto y austero. Y como, en la política, la honestidad y la transparencia van de la mano, no puedo más que concederle el beneficio de la duda. De AMLO espero que termine lo más pronto posible su carrera política, y se retire a descansar a su rancho pintoresco. Como dice Jaime López, no más héroes, por favor.

La receta para el futuro de la democracia en México requiere una desintoxicación de caciques y líderes mesiánicos, y muchos más de ciudadanos responsables y participativos, actores de la construcción del bien común y de determinar el rumbo del gobierno a quien le concedió el ejercicio del poder. Menos AMLOs y más Kumamotos.

Post Data: Morena no impugnó. Este post fue publicado anoche, hacia las 10:30 p.m. Hoy por la mañana, tanto Morena como Pedro Kumamoto explicaron que no fue AMLO quien impugnó la ley #SinVotoNoHayDinero, y que fue un comunicado de la Suprema Corte la que generó el malentendido. Nobleza obliga. Pero esto hace el contraste más nítido: una evidencia genera una rectificación inmediata del joven Kumamoto. Para López Obrador, las evidencias que demuestran vicios y corrupción en Morena son solo muestra de la conspiración de la «mafia del poder» en su contra. Utilicé esta falsa impugnación como punto de partida para establecer el contraste entre ambos. Corrijo en esta postdata el señalamiento, pero sostengo el contraste. Una raya menos al tigre.

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