Date a volar

Me encontré este hermoso poema de Alfonsina Storni en el blog de Sakkarah (http://sakkarah.blogia.com/2007/010703-date-a-volar..php) Lo pongo en lo que me doy tiempo de volver a escribir.

Date a volar.

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Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto…
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquéllo…
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar… mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida… el corazón se apene…
Date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma… el corazón partido,
Suelto tus alas… ve… pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para tí…
Pero se hace la noche; no te apures…
Todas traen a mí…

Alfonsina Storni

Héctor, Lulú… y Pao

Héctor, Lulú, Pao… y yo
Héctor suele ser mi hermano
y yo suelo ser el suyo.
Le conozco un poco
pero bien,
pues sé de un buen corazón
que suele palpitar,
noblemente,
con sueños de justicia
en su pecho de marfil.
Hablan sus manos con
más habilidad que su boca
y son sus trazos seguros
reflejos de un mundo
que él todavía espera
puede nacer,
o, al menos,
ser filmado por algún
valiente cineasta
aún por conocer.
Lulú suele ser su novia
y, supongo,
suelo ser su cuñado.
La conozco un poco pero bien
pues sé de la ternura
que tiene por pies
y la encaminan
a un jardín de infantes
cuyo horario de salida
no está muy bien determinado
pues depende de alguna
mamá o algún papá,
que tardarán algún rato
todavía, en llegar.
Mientras tanto
ella hace las veces
de manta, de abrazo,
de cuchara, de telón,
de amor y de alegría,
de compañía
y de familia.
Me gusta verlos juntos
a Héctor y Lulú,
tan distintos
pero no distantes,
y su serena compañía
es invitación
a un brindis discreto
casi en secreto
por los amores sosegados.
Paola suele ser bebé
y yo no sé qué suelo ser
ante el misterio
de su nueva oportunidad
para el amor.
De la basura y de las ratas
Paola salió victoriosa un día
tal vez no tan bueno.
Pero fue bueno
a final de cuentas.
Porque paciente en su cunita
esperó y esperó
por Héctor y Lulú.
Hasta que por fin
sus ojitos gritaron
de alegría
cuando Héctor y Lulú
la abrazaron por primera vez.
Su naricita
está en reparación,
pero su corazón tiene
para dar y regalar.
Héctor y Lulú no lo saben
pero son ellos quienes
ganan más siempre
que Paola les dedica
una sonrisa desbirijijada.
(No sé qué significa eso
pero tan alegre como suena
así son sus sonrisas).
Héctor y Lulú no lo saben
pero aunque su historia
con Paola
puede no terminar
como una buena película
de amor,
ellos ya tomaron el lugar
que Paola esperaba
desde antes de nacer
en su corazón.
Lulú, Héctor y Paola
son una fogatita en mi corazón.
Y yo suelo ser
uno que sonríe en silencio
como siempre
ante los milagros del amor.

Credo

Credo
ppbustamante
 
Hicimos este ejercicio en una clase de Formación Relgiosa, con mi singular grupo de 5º de Humanidades. Al escuchar de botepronto algunos de los credos de los muchachos, y luego al leerlos todos tranquilamente en mi escritorio, me di cuenta que si bien había podido motivarlos a expresar su fe en la vida, yo me estaba quedando un poco al margen. Ellos me hicieron creer, una vez más, como todas las mañanas. Este credo no es una joya de poesía, ni pretende serlo. Pero es un recuento inconcluso de algunas de las muchas cosas por las que creo que vale la pena respirar y levantarme cada mañana. ¡Gracias, muchachos de 5º de Humanidades! ¡Yo creo en ustedes!
 
 
Creo
en el poder de las cosas sencillas,
en la flor que se abre
por la mañana,
en la mariposa
que rompe su capullo,
en la gota de rocío
resbalando por la hoja,
y en la mirada transparente
de los niños.
Creo en que aquellos que mantienen
a este mundo dando vueltas
son aquellos que desde el silencio
de sus vidas escondidas
escriben historias maravillosas
de lucha, vida, dolor,
y esperanza.
 
Creo
en que todos fuimos llamados
a una vida en plenitud.
Creo en la madre que engendra
el milagro de un niño en su seno
y en el padre que engendra
a los hijos en su corazón.
Creo en el soldado que se niega
a tirar del gatillo para arrebatar
la vida del inocente.
Creo en la naturaleza
y su explosión de vida sin azar,
creación hecha regalo para todos
por un silencioso amor.
 
Creo
en la sangre derramada
por las causas que hacen
más humanos a los hombres.
Creo en el mártir de la justicia,
así como en el obrero
que regresa muerto de cansancio
cada atardecer a dar de comer
a su familia.
Creo en la mujer
que pasa toda la noche en vela
al lado de la cama
de su hijo enfermo.
Creo en el médico por vocación
en la enfermera
en mis maestros
y en el señor que reparte
los diarios con una sonrisa.
Creo en todos ellos y ellas
cuando se lanzan a la tierra mullida
para morir y germinar
en semillas de vida para los demás.
 
Creo
en la vida, si es vivida con pasión.
Creo en los que se aman
contra viento y marea,
porque entienden que el amor
no es una idea,
sino sudor, entrega y generosidad.
Creo en el guitarrista
que vierte su locura y sensatez
en notas de mil colores.
Creo en el poeta
que late en sus palabras.
Y creo en el muchachito
que se desgañita de alegría
después de haber convertido un gol.
Creo en el que entiende
que la patria no se defiende,
sino que se agradece
y se construye día a día
con responsabilidad.
 
Creo
-también- en todas mis limitaciones
porque ser humano
es palpar cariñosamente
la incapacidad para hacerlo todo.
Creo en mis lágrimas
y mis frustraciones,
mis dolores
y mis soledades
cuando ellos me permiten
reconocerme necesitado
de la mano y el corazón
de los demás.
 
Creo
en los ojos que
me miran con ternura
y misericordia.
Creo que puedo ser amado
a pesar de mis penumbras
y oscuridades declaradas.
Y creo en mi capacidad
para el amor y la ternura,
que amanecen bajo el mismo sol
que mis miedos y egoísmos.
 
 
Creo
en un Dios que se ha
bajado del sagrario,
que salta alegre por las calles,
hace caricias a los niños,
y le repugna la hipocresía
de quien se adjudica
la autoridad para
juzgar a sus hermanos.
Creo en un Dios que baila
en nuestras fiestas,
que llora en nuestros funerales,
y que frente a nuestros pecados
sólo sabe perdonar y perdonar.
Creo en un Dios crucificado,
que decidió, para salvarme,
hacerse como yo.
 
Creo
en el sueño y la utopía.
Creo en la locura
que me hace caminar
viendo hacia delante,
y levantarme siempre
después de tropezar.
Y creo también en la muerte,
como el abrazo dichoso
en que me fundiré eternamente
con la fuente misma
de un amor inagotable.

Canto Nuestro

Canto Nuestro
(A. Filio)
 
Canto nuestro que estás en tu tiempo.
No etiquetado sea tu nombre.
Venga tu intento.
Hágase tu libertad en la prosa como en el verso.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Y perdona nuestras blasfemias
como también nosotros perdonamos a los que no te entienden.
No nos dejes venderte al por mayor.
Y líbranos del rap.
Amén

Fugacidad

I.
Te sueño en la vigilia
de mil y una noches
de inconclusas fantasías,
y te contemplo atravesando
justo por en medio
los heráldicos escudos
de los grandes héroes
de la antigüedad.
Mitología de tantos que,
como yo,
velan con los ojos cerrados
sólo para verte.
 
            II.
Esta tarde vestirme
es calzarme la armadura
de un Quijote de
imposibles epopeyas,
que enfrenta sus molinos
montado en el magro rocín
de una compartida locura.
 
¡En pie!
Que la hora ha llegado
de presentar la cara al destino,
hombro a hombro,
con una partida de valientes.
 
¡En pie!
Los Gladiadores enfilan
con rostros silenciosos   
y ceños fruncidos
a la arena donde ansían
dejar viva su propia muerte
en el recuerdo de una
nueva Roma de mil rostros,
fieros, enloquecidos.
Más soberbia,
más borracha,
más despiadada.
 
 
¡En pie!
Pues siempre he deseado
estar justo aquí.
Y aunque ahora, justo ahora,
se me atragante
la maldita incertidumbre,
-la perenne conciencia
de no saber si llegarás-,
cada paso que me
acerca a la batalla
enciende mil fuegos
en mi alma.
Pues siempre he deseado
estar justo aquí.
 
            III.
Cuerpo a cuerpo
se lucha en el verde prado.
Cuerpo a cuerpo
se doblan, exánimes,
las voluntades derrotadas.
Compartimos la vehemencia
de vivir juntos y en dos partes
la pasión de tu deseo
que devuelve la fuerza
al corazón.
(Algunos de nosotros
la llamamos amor).
 
Aunque en la lluvia
mueran las esperanzas
¡No he de bajar los brazos!
¡No ahora, no aquí!
Porque aunque contemple
veintiún historias
que acaban sofocadas
a la vuelta de un reloj,
la mía tiene aún
un tiempo más.
Y no ha de terminar,
no aquí, no así…
todavía un hálito de vida
más.
 
            IV.
He bebido de mi propia sangre
tan solo para seguir sangrando.
Creo con obstinación
porque necesito seguir creyendo,
y he llegado exhausto
a la hora y el lugar exactos.
 
He visto a la cara mi destino
y me he mofado de sus
pálidas facciones,
muerte de una tarde de héroes,
vida de un puñado
de locos enamorados.
Célebres historias
que no se han de recordar.
 
Y fui yo,
elegido por el dedo de tu azar
para abrir, interminables,
mis brazos y estrecharte,
siempre sin abarcarte,
y gritar tu nombre
que sabe a rabia y alegría,
profano y sagrado,
tremendo e insignificante
a la vez,
y fundirme contigo
en el embriagado abrazo
de un éxtasis total.
Instante fugaz.
Yo, tu creador,
sujeto a tu inflexible voluntad.
Yo, el esclavo
que volverá a morir
de nuevo un millón de veces
por noventa,
tan solo por tenerte
un fugaz instante más.
 
(ppbustamante)