Empujar la vaca.

Una breve historia.

Un maestro con su discípulo caminaban por la montaña. En un paraje sumamente aislado divisaron una casa, y se dirigieron a ella. Encontraron a la entrada de la misma a un hombre, evidentemente flaco por los años de carencias. Ningún animal se veía en el corral desgastado, y unas pocas plantas de hortalizas se arrastraban penosamente en un huerto casi seco. Una mujer abrazaba a un niño famélico, bajo el quicio de la puerta. El joven aprendiz miraba consternado ese dramático cuadro, cuando escucho la voz de su maestro, dirigiéndose al dueño de la casa.

«Buenas tardes, amigo. No hay muchas personas cerca con quiénes intercambiar cosas. ¿Cómo hacen para sobrevivir?», preguntó el maestro.

«Pues tenemos una vaquita, que está por allá, cerca del barranco. Todos los días la ordeño, y la mitad de la leche la vendo en un pueblo, que queda demasiado lejos de aquí, y la otra mitad la utilizamos para sacar crema y queso para nosotros», respondió el dueño de aquella casa, quien invitó a ambos visitantes un vaso de agua. Después, se despidieron cordialmente.

Antes de alejarse demasiado de la propiedad, el maestro se sentó en una roca, y se dirigió a su discípulo: «¿Viste la situación de estas personas? Ve hasta donde está la vaca, y luego tírala por el barranco?» El joven miró a su maestro con incredulidad, pero al no encontrar asomo de duda en su cara, caminó sigilosamente hasta donde estaba la vaca, y la empujó por el barranco. Por supuesto, la vaca murió al caer. Y aquel joven siguió su camino con el corazón lleno de culpa y arrepentimiento.

Un par de años después, el joven discípulo, corroído por el recuerdo de aquel día y deseoso de reparar el daño hecho a aquella pobre familia, abandonó a su maestro, y regresó a la montaña, hasta encontrar la casa perdida en el paraje aislado.

Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró aquella casa solitaria completamente transformada. El huerto estaba lleno de plantas saludables, que se doblaban por tantos frutos. Unos cuantos árboles frutales crecían lozanos al fondo. La mujer vigilaba a un niño que ahora lucía unos cachetes colorados, mientras abrazaba un bebé rozagante. Y en el corral, había no solo una nueva vaca -con un becerrito-, sino varias gallinas y unos cuantos corderos.

Con la quijada arrastrando, el joven llegó hasta donde estaba el dueño de la casa, quien lucía ahora una curiosa barriga, y se presentó como el joven que les había visitado un par de años antes, acompañando a un viejo maestro.

«Claro que te recuerdo, muchacho», dijo sonriente el hombre.

«¿Qué pasó aquí? ¿Cómo es que todo se volvió tan próspero?», balbuceó el joven.

«Mira muchacho: sucedió que un día afortunado, la vaca que teníamos se cayó por el barranco. Y al vernos sin nada, tuvimos que intentar hacer cosas nuevas, y aprender otras habilidades. Con ello, descubrimos que podíamos mejorar nuestra situación. Y mira, ¡no vamos tan mal!», dijo con orgullo el joven granjero.

Hasta aquí la historia. Ahora hay que tratar de encontrarle relación con nuestra realidad.

Frente al dilema que nos plantea la próxima jornada electoral, por la lamentable calidad de los candidatos de todos los colores, lo peor que podemos hacer es renunciar a nuestro derecho a participar ejerciendo el voto. Quienes percibimos con preocupación la clara deriva autoritaria de este gobierno, hubiéramos querido tener una alternativa clara, atractiva, sólida, y democrática enfrente. Lamentablemente, no es así, pues los partidos opositores al eje morenista tampoco están interesados en reconocer errores y trabajar por consolidar instituciones ciudadanas que resten fuerza a los partidos y gobernantes. Esos compas ya están muertos, nomás no les han avisado, como dice la canción del Jáisenber.

Frente a este panorama desolador, tengamos muy claro que lo que está tronado es nuestro sistema de partidos (como la vaca de la historia), no la democracia. Si apreciamos los beneficios de la democracia, debemos luchar por defenderla. Es muy difícil acotar el poder, y si cedemos más terreno del que hemos perdido en estos dos años, tardaremos mucho en reconstruir lo derrumbado. ¿No me creen? Vean a Venezuela. ¡Tantas veces nos dijeron exagerados, pero cada paso del presidente y su servidumbre nos llevan en la misma dirección que aquella nación hermana!

O.K. Estamos de acuerdo (creo) en que la democracia sigue siendo una forma de gobernarnos deseable. Parafraseando a Churchill, la democracia apesta; pero no tenemos nada mejor con qué reemplazarla hasta ahora.

¿Votar por los candidatos de Morena? Si usted quiere seguir dándole la oportunidad a este ¿partido? porque todavía cree que algo bueno puede salir de este gobierno, le recomiendo que vote por el candidato a gobernador, o hasta por su presidente municipal. Si esa agrupación política merece una oportunidad, se la debe ganar en el nivel más cercano a las necesidades más verdaderas: las tuyas y las mías. Pero de ninguna manera recomiendo votar por sus candidatos a legisladores. Esto es nuevo, y es importante. Si podemos organizarnos para empujar el voto para plantarle un contrapeso a la voluntad hoy todopoderosa de AMLO, debemos, por primera vez en la historia moderna de nuestro país, concentrarnos en la importancia del legislativo para ello. Para detener la deriva autoritaria, hay que quitarle la mayoría calificada a Morena en la cámara de diputados, y evitar que se haga del control de las legislaturas estatales.

¿Esto quiere decir resignarnos a sostener a partidos escleróticos, comodinos y deseoso de, en un descuido, hacerse de todo el poder que López Obrador ha concentrado en la figura presidencial? De ninguna manera.

Nuestra tarea, y tenemos muy poco tiempo para llevarla a cabo, es hacer visible nuestra voluntad de querer el cambio en el sistema de partidos, y obligarlos a adoptar nuestra agenda. Madurar como ciudadanos, dejar atrás la infancia democrática para hacer valer nuestro interés. 

Temas que debemos exigir a los representantes que nos imponen los partidos de oposición a Morena:

  • Un plan claro para terminar con la creciente inseguridad, que claramente ponga un plazo final a la militarización de los cuerpos de seguridad;
  • Un plan económico de recuperación que integre estímulos fiscales y apoyo a pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleos generan en el país;
  • Avances reales en la agenda de género: fin a la violencia contra las mujeres, equidad de género en oportunidades y remuneración, reapertura de estancias infantiles y refugios, y poner sobre la mesa, con seriedad y voluntad, el derecho a decidir;
  • Exigir una política energética que honre los acuerdos que México ha firmado, comprometido en la construcción de una economía sustentable, basada cada vez más en energías limpias y renovables. Fin a la política de energías fósiles, por el futuro de nuestros hijos;
  • Rescate de los órganos autónomos que tienen el mandato de supervisar a los poderes. El rumbo que teníamos no era erróneo, y si había que corregir excesos y corrupción, concentrarse en ello. La tendencia democrática es acotar el poder, no concentrarlo, como lo ha hecho la 4T.

Para ello, debemos dejar la comodidad de la queja en redes sociales, para acercarnos a los vecinos, identificar a los candidatos, y contactarlos para sentarlos en nuestras colonias, en nuestras casas, o al menos en nuestras reuniones de zoom, a escuchar nuestras exigencias.

Finalmente, dos tareas más: 

  • Elijamos un partido de relleno (o dos) y propongámonos trabajar porque pierdan su registro. Todos los partidos lucran a partir de su registro, pero se esmeran por eludir la tarea de representación. Pero los partidos rémora son especialmente perjudiciales, pues representan intereses corporativos que se ponen al servicio de los partidos más grandes, sin convicciones ni preferencias (PVEM y PES), para apoyar sus campañas. Elijamos uno, y hagamos campaña para que nadie vote por él (yo propongo el PES, y desde ahí podemos seguirnos con los demás, una elección a la vez). Si además de promover -razonadamente- una acción de este tipo, la hacemos visible, la volvemos tendencia, los partidos políticos tendrán una probadita de lo que haremos los ciudadanos con diálogo, intención y organización.
  • Promovamos el voto. Lecciones desde Caracas: la mucha queja, el juicio del otro, no gana elecciones. El partido en el poder siempre tiene la ventaja del manejo del presupuesto, que pone a su disposición la generación de clientelas electorales. Para contrarrestar esta notable ventaja, se tiene que generar un tsunami de votos, similar al que puso a la mafia morenista en el poder.

En conclusión, si queremos que este país tome un rumbo distinto al que López Obrador ha marcado (y sabemos que no va a cambiar si no tiene contrapesos enfrente), tenemos que salir de nuestra comodidad para convencer a nuestro metro cuadrado sobre la importancia que tiene la próxima elección. No echemos la experiencia de estos útlimos dos años en saco roto.

La democracia: una pistola cargada apuntando a nuestra sien.

La figura que elijo para titular este escrito me venía a la mente anoche, mientras veía con una sensación de incredulidad la victoria del inefable Donald Trump, hoy presidente electo de los Estados Unidos, la nación más poderosa del planeta. El proceso electoral norteamericano (que entre paréntesis provocó el mismo hartazgo entre los ciudadanos norteamericanos que el que nosotros nos aventamos cada tres años, ni aguantan nada) vino a coronar un nefastísimo año 2016 para la buena fama de la señora Democracia, al menos en el bloque occidental. Y es que antes del Trumppocalipse de los gringos, habíamos atestiguado el sí al Brexit en junio, y el no a la hoja de ruta del proceso de paz en Colombia. Una de mis tuiteras favoritas, @Uraniantihero, condensaba su propio sentimiento preguntándose si en algún país las mayorías no se comportan como cardumen ignorante.

 No puedo dejar de preguntarme qué tenían en la cabeza todos aquellos que el día de ayer (o por anticipado) votaron por este engendro narcisista, autocrático y fascista que despachará en el 1600 de la Av. Pennsylvania a partir del 20 de enero. Todos vimos lo mismo, en vivo, en noticieros, en redes sociales. Mentira tras mentira. Misoginia expuesta con crudeza. Xenofobia al por mayor. Más mentiras. Más desprecio por las instituciones democráticas para su país. Su preferencia por enemigos soterrados de Estados Unidos, como Vladimir Putin, como modelos de gobierno. Más mentiras mal intencionadas. Y nada fue suficiente para evitar los casi 60 millones de votos populares para cruzar la frontera de 270 votos en el colegio electoral. Y no puedo dejar de contestarme que en la cabeza de estos votantes había materia orgánica previamente digerida. Sin embargo, creo importante entender sus razones.

En Estados Unidos, como en México, Gran Bretaña, Colombia y prácticamente cada país occidental, hay una buena parte de la población (con derecho al voto) que no se siente representada por sus gobernantes, democráticamente electos. No solamente no se siente representada, sino que se siente harta de no recibir los beneficios prometidos de la democracia. Me explico: la promesa del dispositivo es que la población elige conscientemente a los mejores hombres y mujeres, con la encomienda de que estos utilicen todas sus capacidades para conseguir una mejor calidad de vida para quienes les eligieron. El dispositivo contempla las miserias humanas, por lo que basa su funcionamiento en otros dos factores: los contrapesos a la concentración de poder y la posibilidad de los electores de castigar la inoperancia o la deslealtad de sus representantes quitándoles su preferencia en una elección posterior.

Pero si los contrapesos no funcionan como tal, y la política deja de ser la res publica, -que no es una vaca en la plaza del pueblo, sino aquello que es del interés de todos- y se convierte en la administración de los beneficios del poder, entonces es natural que la gente se enjabone con carbón. Si los tribunales y las cámaras asumen el papel de jugar a que se pelean entre sí, pero no se vuelven eficientes gestores de beneficio común, lo que la gente siente es que traicionaron su confianza, y le están viendo la cara de coneja. Este mecanismo es fundamental para la credibilidad del sistema democrático. Y la percepción de  que los políticos, una vez electos, se olvidan de los problemas concretos de las personas, funciona como un eficaz corrosivo para la democracia. En unos cuantos años puede minar la confianza de millones de personas en una sociedad.

De la misma forma si cada tres o cuatro años, un padre de familia clasemediero que ha visto descender su poder adquisitivo mes con mes llega a la urna de votaciones para encontrarse una boleta llena de desconocidos (en el mejor de los casos) o reconocidos patanes (en el peor), el camino no tiene retorno. Está listo el caldo de cultivo para entregar la democracia a los pretendidos outsiders que proponen cambiar las cosas fácil, radicalmente, de un día para otro, y que solo ellos saben cómo hacerle. Demagogos y autócratas se convierten, entonces, en candidatos ideales para las masas afrentadas por el sistema. Y van a ganar. Y luego no se van a querer ir.

Tanto en el caso británico, como el colombiano y el norteamericano, cuando el establishment político tuvo que salir a reconocer su derrota, lo hacen con cara de perplejos (u otra palabra similar). ¿Por qué el pueblo bueno no fue capaz de reconocer los riesgos que se le planteaban con claridad tras su elección? Señores políticos: porque cuando «la gente» está encabronada, no razona, y suele buscar quién se las pague. Ustedes son responsables de poner a la democracia en entredicho. Entiéndanlo, asúmanlo, y hagan lo que deben hacer para devolver a la democracia su potencia de beneficio y desarrollo para la mayor parte de sus gobernados.

Aquí la cosa se complica: los políticos no suelen reconocer sus fallas, y mucho menos renuncian a los beneficios que les ha acarreado su ejercicio del poder. «Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error» es un mantra de todos los políticos en México. Entonces nos queda a los ciudadanos la tarea de romper el ciclo, dado que el cambio no vendrá de los políticos. Nos toca educarnos a nosotros mismos. Organizarnos nosotros mismos. Renovar las reglas del juego democrático a nosotros mismos. Y demostrar que nuestro voto es capaz de romper la inercia partidocrática.

De entrada, pensando ya en México, propongo un primer paso, de aquí a las elecciones del 2018: deshagámonos de todos los partidos basurita, que no representan a nadie, pero que sí se adjudican jugosas cantidades de dinero en presupuestos anuales y moches. Que pierdan sus registros sin remedio. Limpiemos la boleta para quedarnos, luego, con los granders partidos, para ponerles la agenda que nos interesa como ciudadanía: empleos, productividad, economía, transparencia, sustentabilidad y ecología, impartición de justicia, castigo a la corrupción, fuero, etc. Aprovechemos el tiempo que tenemos entre el gran tropiezo de los Estados Unidos y nuestra elección. No vaya a ser que elijamos a un Trumpical para presidente, gobernador, diputado, senador… No vaya a ser que los mexicanos, con ese arrojo incendiario tan nuestro, jalemos el gatillo de la democracia.

 

Pedro Kumamoto vs Denise Dresser

KumaVsDenise

«¿Qué piensas sobre anular el voto?» Varias personas me han hecho esta pregunta durante los últimos días. No porque yo sea experto en política o materia electoral. Más bien saben que soy un nerd que disfruta de buscar datos y confirmar las afirmaciones que luego circulan en las redes sociales. Y también que mi carrera como profesor ha girado en torno a temas relacionados con democracia y participación ciudadana, desde la perspectiva educativa. El tema, pues, me interesa profundamente como educador y ciudadano. No milito en ningún partido político, ni he militado antes. Fui observador electoral de Alianza Cívica en el 94, funcionario de casilla en el 2000, y anulé casi todos mis votos en 2009. Pero ante todo, soy miembro de una generación que nació gobernada con el PRI, y que durante lo que va de su vida adulta fue testigo de la alternancia imposible, y también se desencantó de los primeros resultados de la democracia.

Siento la responsabilidad de escribir estas líneas porque siento el mismo hartazgo que la mayoría de los mexicanos ante el cinismo, lejanía y hasta la delincuencia solapada e impune de los partidos políticos. Pero mi opción personal es buscar una mayor participación personal en temas de beneficio común, y alentar a mis jóvenes estudiantes a desarrollar habilidades críticas y a participar activamente en la democracia, en sus localidades. No soy ningún modelo de ciudadanía. Pero estoy convencido de que en la medida que aumente nuestra participación como ciudadanos en las cosas que son de interés público, los partidos políticos serán sujetos de vigilancia, fiscalización y de la aplicación plena de la ley. Es decir, no podemos esperar que nuestra democracia madure por iniciativa de los partidos políticos, sino a partir de que los ciudadanos nos apropiemos de ese kratos que tenemos como demos.

Entiendo todos los argumentos promovidos a favor del anulismo: todos los reflexioné y sopesé en la campaña de 2009. Mi motivación principal para anular fue la expectativa de que el sistema de partidos recibiera el mensaje de los anulistas, los no-representados por el sistema de partidos, y este generara un cambio en la agenda política, que derivara en una reforma política profunda e irrevocable. En aquel entonces, los promotores de la iniciativa fueron académicos distinguidos como Sergio Aguayo Quezada y José Antonio Crespo; activistas como Jesús Robles Maloof y organizaciones de la sociedad civil. El resultado fue que el voto nulo subió, en aquella votación, de un promedio histórico del 3.5% al 5.2% (Puede consultar este documento para aclarar dudas: http://www.ine.mx/docs/IFE-v2/DECEYEC/DECEYEC-MaterialesLectura/docs/03_VotoNulo.pdf). Nuestra representatividad fue equivalente a la de partidos como Nueva Alianza, y mi sensación personal fue que le habíamos hecho un favor gordo al PRI, que en aquella elección ganó con carro casi completo en el estado.

Para esta elección, las columnas y videos de la académica y analista Denise Dresser se han transmitido con cierta fuerza en redes sociales. Y digo «con cierta fuerza» recordando que en nuestros muros de facebook y timelines de twitter solemos recibir las cosas de gente que comparte gustos, intereses y nivel socioeconómico con nosotros. Dresser plantea argumentos relevantes, pero similares a los de la campaña anulista del 2009.  Frente al argumento de otros expertos en derecho electoral, como Roberto Duque Roquero, de que los votos nulos quedan atrapados dentro de los límites de nuestra legislación electoral, favoreciendo a los partidos grandes, Dresser argumenta la validez de la expresión. Y tiene razón. Pero esta expresión no tiene impacto legal en la votación, y si la cantidad de votos nulos no supera un porcentaje relevante en los votos totales (digamos, un 15%, que lo convertiría en la cuarta «fuerza electoral», lo cual es muy improbabe), a los partidos grandes, los que decidirán cosas en la próxima legislatura, estos votos nulos les harán lo que el viento a Juárez.

Por otra parte, la campaña viral anulista tiene otro tipo de impactos, que pueden ser menos visibles. En la Zona Metropolitana de Guadalajara hemos presenciado el crecimiento de una campaña única en la geografía política del país. Pedro Kumamoto es un joven ciudadano de 25 años, que se ha dedicado durante los últimos años de su carrera, a supervisar la actividad de los diputados locales. Candidato independiente por el Distrito 10, perteneciente a Zapopan, ha conseguido superar todas las trabas que la legislación pone a los ciudadanos para competir en elecciones sin partido. Su plataforma electoral plantea una relación más balanceada entre gobierno y ciudadanía (Consulta su página http://www.kumamoto.mx  Sin dinero para hacer campaña, ha recurrido a las redes sociales para que sus simpatizantes descarguen su logo y colaboren con una publicidad inteligente y económica. El día de ayer, sus actos de campaña consistieron en que sus simpatizantes se reunieran en calles y parques para limpiar y sembrar árboles. La ciudadanía recuperando sus espacios: ¡sencillamente genial!

Encuesta publicada en Mural 28/05/15
Encuesta publicada en Mural 28/05/15
Si bien la campaña heroica del joven candidato Kumamoto ha consguido elevar sus preferencias en las encuestas hasta un 21%, contra el 28% de la candidata Margarita Alfaro (MC), a una semana de la elección, un candidato como Kumamoto depende totalmente del voto de los indecisos para tener posibilidades reales de obtener un triunfo histórico para los ciudadanos frente a los partidos políticos. Y aquí es donde hay que ponderar con cuidado la campaña anulista.

Necesariamente Denise Dresser, escritora, académica y parte de la mesa de análisis de Aristegui, es mucho más conocida que un joven candidato de provincia como Pedro Kumamoto. Incluso para sus compañeros del ITESO. Muchos de los votantes indecisos reconocerán su hartazgo en el de Dresser, y sus argumentos serán suficientes para anular. Y cada voto anulado, será un voto potencial perdido para un candidato ciudadano que representa, realmente, algo distinto a los partidos políticos. No creo que Denise Dresser tenga la capacidad para conoer a todos y cada uno de los candidatos a puestos de elección popular, ni sus trayectorias, ni sus propuestas. Y una llamada enviada desde México puede no responder a las circunstancias de un estado como Jalisco.

La democracia, sistema imperfecto de gobierno, es lo mejor que tenemos para integrar puntos de vista opuestos y respetar a las minorías. Y la opción de anular es una opción válida, respetable. Y, por supuesto, un derecho del ciudadano. Pero si usted está pensando en anular, le invitaría a considerar lo siguiente:

a) Antes de decidir anular su voto, tómese un tiempo para conocer a sus candidatos y candidatas. Las plataformas del IEPC estatal y del INE tienen espacios dedicados a que los candidatos suban sus trayectorias de vida y propuestas. Y la plataforma candidatotransparente.mx muestra a aquellos candidatos y candidatas que aceptaron transparentar sus declaraciones patrimoniales, fiscales y de interés. Desconfíe de los candidatos opacos; considere a los transparentes, pues a ellos podrá fiscalizarlos mejor. Si va a anular su voto, hágalo informadamente.

b) Si usted simpatiza con algún candidato, como por ejemplo Pedro Kumamoto, sea cuidadoso al transmitir en redes sociales la propuesta por el voto nulo. Como electores, los mexicanos tendemos a simplificar, y entre una figura pública y un candidato desconocido, las personas tenderán a identificarse con la figura pública. Así de fácil. Los candidatos ciudadanos dependen absolutamente de los votos indecisos. Si apoyas a un candidato como Kumamoto, promuévelo con claridad.

c) Por ningún motivo identifique su voto nulo con la abstención. Es una rara ocasión el que un día, cada tres años, los políticos y los gobernantes les importe (hasta tengan miedo) de lo que hacemos los ciudadanos. Me consta, porque en este mismo momento un grupo de funcionarios de casilla se capacita en mi domicilio, que la elección queda totalmente en manos de los ciudadanos. Los políticos temen a las votaciones copiosas. No se conforme con estar en desacuerdo. Tómese un tiempo para ir a votar. Vaya tempranito. O vaya después del partido de la selección. Pero vaya a votar.

d) Y si usted tiene la buena fortuna de pertenecer al Distrito 10 de Zapopan, vote por Pedro Kumamoto.