EL NUEVO MODELO EDUCATIVO, AMENAZADO.

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Foto: SDPnoticias.com.mx

El pasado lunes 21 de agosto regresaron a las aulas más de 15 millones de niños y adolescentes en todo el país. Muchos de ellos participarán ya del pilotaje de la aplicación del Nuevo Modelo Educativo, publicado desde inicios de este año por la Secretaría de Educación Pública.  Desde hace algunos meses, varias escuelas fueron seleccionadas para operar, de manera experimental, los programas que están destinados a operar el nuevo modelo: Salud en tu escuela, Cultura en tu escuela, autonomía escolar. Continuarán fortaleciéndose otros como Escuelas al CIEN y Escuelas de tiempo completo.

Este es uno de los pasos más importantes en la implementación de la reforma Educativa del presidente Peña Nieto, parte del entonces aclamado Pacto por México, aunque hoy es víctima del descrédito del presidente y su gabinete. Y, apelando a la historia política de nuestro país, este año de pilotaje será crucial para la supervivencia de esta reforma. El periodo de vida de estos programas, por más sujetos a reforma constitucional que haya sido su origen, suele ser de seis años. Los mismos que dura el mandato del círculo del poder que los impulsa. Y es inevitable pensar que el tiempo se acaba, mientras aumenta la soledad del presidente y crece la desaprobación popular a su trabajo.

Los documentos que orientan y norman al nuevo modelo merecen la pena ser leídos íntegramente. Si bien es cierto que describen un modelo que lleva más de 15 años de retraso en su aplicación para nuestro país, también lo es que marca pautas urgentes para que la educación se convierta, finalmente, en motor de desarrollo de este país. El alma del modelo es desarrollar las competencias que nuestro mundo, inestable e impredecible, exigirá a los adultos en el futuro cercano. No se busca sólo elevar el nivel de comprensión lectora y pensamiento matemático, sino el aprendizaje de habilidades para la convivencia y destrezas para el desarrollo humano. Se pretender formar no solo una nueva generación, sino una nueva manera de “ser mexicanos” en el mundo, basado en los principios del humanismo, la ciencia, la corresponsabilidad y el desarrollo integral de cada persona.

Este modelo representa una apuesta complicada. Si el rasero para evaluar la efectividad del cambio de modelo son los niños que el lunes ingresaron a primero de primaria, habrá que esperar hasta que egresen de la preparatoria, último nivel considerado obligatorio en nuestro país. Se forma, pues, para la realidad que vivirán estos niños dentro de

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Fuente: SEP

12 años. No para la que nos toca vivir actualmente. Por ello el modelo asume la responsabilidad de que cada niño mexicano aprenda a aprender. Para conseguirlo, el texto del Nuevo Modelo hace hincapié en la creación de ambientes seguros y propicios para el aprendizaje en cada escuela, y busca alinear sus métodos y técnicas con este fin. Al mismo tiempo, busca reconocer la diversidad multicultural mexicana, y la necesidad de que, desde esa diversidad, los mexicanos del mañana se transformen en ciudadanos universales, capaces de incidir y competir en un mundo cada vez más globalizado de manera oportuna y con éxito.

Sin embargo, me da la impresión de que este Nuevo Modelo Educativo enfrenta retos demasiado grandes, que amenazan no solo su éxito, sino su implementación. El modelo requiere la participación de las familias en la planeación y toma de decisiones de las escuelas. Sin embargo, en nuestro contexto de interminable crisis económica y salarios deprimidos, son pocas las familias que encuentran tiempo suficiente para involucrarse de lleno con su escuela. Por otra parte, es evidente la necesidad de contar con un magisterio no solo competente, sino con verdaderos artistas de la pedagogía, comprometidos plenamente con su labor educativa. La realidad es que los docentes en su totalidad, no solo los que salen a las calles a manifestarse, padecen los mismos bajos salarios que el resto de los mexicanos. Así es muy difícil que cuenten con el tiempo que requiere la planeación didáctica y la evaluación personalizada que exige el Modelo.

Pero, sobre todo, la mayor dificultad es que éste es un modelo educativo para un país que México difícilmente llegará a ser si el resto de los ciudadanos no nos comprometemos con su transformación inmediata. Dolorosamente, nuestro país se caracteriza por la corrupción y por la violencia mucho más que por los atributos deseados por el Nuevo Modelo, y esto se convertirás en un contrapeso profundo para su implementación.  Al mismo tiempo, la sociedad mexicana valora poco tanto la educación como la labor magisterial. Sin olvidar ese padecimiento endémico, que amenaza con convertirse en crónico, que es la simulación, que hará que las carencias tanto físicas como pedagógicas de cientos de escuelas pasen a segundo plano, detrás de la careta de éxito simulado que tanto gusta a nuestros gobernantes, del color que estos sean.

El nuevo modelo educativo se juega la vida en los próximo doce meses. Merece que la sociedad mexicana lo acoja, lo defienda, y haga suyos sus ideales. Y, no menos importante, merece que exijamos a los gobernantes completar la parte de la plataforma de desarrollo del país que no le corresponde a la escuela.