Toma todo.

El proceso para la elección de la dirigencia nacional de Morena es una tragedia interpretada con el guión de una comedia de enredos. Los protagonistas se dan hasta con las sillas (literalmente), el presidente se mantiene al margen pero indica que se haga una encuesta, el Tribunal Electoral lo acepta a lo tonto y le manda la papa caliente al IFE. Surgen candidatos de corazón desinteresado de debajo de las piedras, que luego se inconforman cuando descubren que tener seguidores en Twitter no es lo mismo que ser el favorito de las masas. En la emisión de esta semana, vimos cómo se filtró un proyecto del Tribunal Electoral, convertido en bufón nacional, proponía cancelar el proceso que antes ordenaron, pero, descubierta la maniobra, reculó sin elegancia, y dijo que serenos morenos, y van con su encuesta, que al cabo que la pidió el presidente.

Todo esto sería muy divertido si no tuviéramos que responder la pregunta fundamental de la política: ¿quién gana con este desmorene? Porque aunque este desorden no necesariamente sea manifestación de una maniobra planeada, siempre (¡SIEMPRE!) hay alguien buscando sacar beneficio, tanto del orden como del caos que, en este caso, es de proporciones antediluvianas.

¿Gana la oposición con este desorden? No. Ni en pensamiento, palabra, obra ni omisión. Además de haber sido atropellados por la danza de la morena en 2018, contra toda «lógica», el nuevo partidote del presidente sigue ganando puntos en las preferencias de cara a la elección intermedia de 2021. Sombrío panorama, porque quiere decir que el «pueblo bueno» (whatever that means) votará por cualquier esperpento que logre una candidatura guinda al congreso, alcaldía o gubernatura, así hayan surgido del método de la «encuesta digital» que le gusta al presidente (lo que diga mi dedito).

En realidad, quien gana todas las canicas, una vez más, con el desorden morenista, es el presidente López. A muchos les causa extrañeza la inacción de éste al ver el caos en su partido, porque imaginan que en las matemáticas obradoristas (es una metáfora) requieren el apoyo de un partido para llevar a cabo su proyecto de regeneración nacional (mismo que al día de hoy se reduce a un pasquín). Es importante asumir que López no puede sacar cuentas, pero es un gran calculador. Cometemos un error grave cuando queremos interpretar las acciones de gobierno de AMLO (todos los derechos reservados) bajo la lógica de las reglas democráticas, cuando todos los días nos manda claras señales de que para él, el pueblo está hasta por encima de la democracia. Y el pueblo es él.

Las facciones en disputa por Morena no están pensando en el futuro del partido, ni en el servicio a la nación. Es evidente que apuestan a la sucesión presidencial, mientras el líder supremo piensa, exactamente, en lo contrario. López, a lo largo de su carrera política, ha sido el gran cosechador del caos. Lo siembra, lo promueve y se queda con los mayores dividendos. Su llegada a la silla presidencial se funda en una notable capacidad de empujar grupos y organizaciones hacia el caos, para tirar al niño de la democracia junto con las aguas sucias del sistema de partidos.

El caos en Morena profundiza la decepción ciudadana en la alternativa partidista, mientras que el presidente pinta su raya. Al permitir que las tribus-no tribus morenistas se destrocen en público, neutraliza cualquier figura al interior de su propio partido que pudiese construir imagen y discurso de cara a la sucesión de 2024. La oposición está moralmente derrotada, y Morena no es opción. Así, López queda como la única figura disponible para dirigir los destinos de la patria.

Si algo hemos aprendido en estos dos años, es que López hace lo que dice. En medio del caos morenista, no hay ni un político, ni un secretario de estado cuya voz se aproxime siquiera al volumen del merolico madrugador. Y López dice con demasiada frecuencia que es un demócrata, y que él se irá «a menos que el pueblo le pida que se quede». Demasiada explicación de un tema que es tabú en México. Ahí están los avisos. Si Morena se destroza por las ambiciones de la sucesión, López Obrador sienta las bases de todo lo contrario: su permanencia en la silla del águila. La perinola con la que AMLO decide todas sus acciones tiene una sola leyenda en todas sus caras: toma todo.

Quien tenga oídos para oir, que oiga.

Menos AMLOs, más Kumamotos.

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Fotos: progresohoy.com y vanguardia.com.mx

Las mejores historias se llevaron a cabo bajo las circunstancias más adversas. Justo en el momento en el que la fe en la democracia y las instituciones del Estado mexicano es un socavón entre los ciudadanos de a pie, la noticia del aval de la Suprema Corte a la iniciativa #SinVotoNoHayDinero llega como una brisa de esperanza. En primer lugar, porque nos presenta a la Suprema Corte como un espacio -tal vez el único- independiente a las agendas de los partidos políticos, y donde el juego de pesos y contrapesos que sustentan la democracia liberal es efectivo. La hoy célebre “Ley Kumamoto” establece una forma de distribuir el presupuesto a los partidos políticos no a partir del total del padrón electoral, sino con base en la cantidad de ciudadanos que hayan votado en el proceso electoral en nuestro estado. Expliquémoslo con un poco más de detalle.

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Fuente: wikipolitica.mx

Hasta el día de hoy, el monto del financiamiento de INE a los partidos se determina aplicando la siguiente fórmula: durante el proceso electoral de 2015, había 87 millones de mexicanos en el padrón electoral nacional. Entonces se multiplicaron estos 87 millones por el 65% del salario mínimo vigente en el D.F., es decir: 87 millones x $80.04 x 0.65… Le dejo a usted la tarea de hacer la operación y descubrir el numerote resultante. Ese dinero se distribuye en un 30% por partes iguales a todos los partidos, y en un 70% de acuerdo con la cantidad del porcentaje de votos obtenidos en la elección a la cámara de diputados. En nuestro estado sólo hay que reemplazar el número de ciudadanos en el padrón local y el monto del salario mínimo de la región.

La ley #SinVotoNoHayDinero modifica los factores de la operación, basándose en la participación ciudadana durante los procesos electorales, en lugar del total del padrón. Así, el cálculo para el financiamiento de los partidos se hará a partir del total de los votos válidos al final del proceso electoral inmediato anterior.  Pongámosle números. En marzo de 2014, el padrón electoral de Jalisco era de 5 millones 900 mil ciudadanos, pero llegaron a la lista nominal (aquellos que recogieron a tiempo su credencial del INE y estaban listos para salir a votar) solo 5 millones 75 mil. Sigamos restando. El día de la elección se registraron 2 millones 900 mil votos, de los cuales 2 millones 820 mil fueron votos válidos. Aproximadamente, un 3% de los votos fueron nulos. El financiamiento local para los partidos, entonces, deberá establecerse a partir de los 2.82 millones de votos válidos, y no a partir de los 5.9 millones registrados en el padrón. El ahorro será considerable. Aplique la fórmula y compare. Será una información grata.

La lógica de esta iniciativa es que los partidos políticos son entes de interés público, y como tales, deben ser evaluados conforme al vínculo que logren generar con las necesidades de la ciudadanía. La hipótesis es que si los ciudadanos reconocen sus intereses en las agendas y propuestas de los partidos, se acercarán en mayor número a votar por ellos. Esto añade un contrapeso a un sistema que se comporta como bloque de piedra a la hora de defender sus ingresos, ajenos a la molestia ciudadana. Ahora, empezando por Jalisco, deberán incorporar a sus cálculos el interés de la ciudadanía. Así fue como la ley se aprobó en nuestro congreso. ¿Quieren conservar sus abultados presupuestos? Con esta ley hay que ganarlo en las calles, y no desde la comodidad de sus curules. No resulta curioso que entre los partidos que impugnaron la ley aprobada por el congreso estatal estén el Partido Verde y Nueva Alianza, partidos cascajo que han aprendido a hacer un negocio político muy jugoso administrando inteligentemente sus pequeñas cuotas de votantes. Sí llama la atención, en cambio, la impugnación de Morena, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador.

Y aquí me parece importante establecer los contrastes, con conciencia plena de que las figuras y la relevancia política de López Obrador y Pedro Kumamoto no tienen punto de comparación. No, al menos, en este momento. Pero mientras la labor del joven político jalisciense está orientada a educar, organizar y empoderar a grupos de ciudadanos, y llevar la agenda de los ciudadanos a la arena legislativa, la lógica del líder máximo del morenismo es el asalto al poder ejecutivo, para desde ahí purificar la política a partir de su voluntad única, marcada por su «honestidad valiente». En los meses que lleva convertido en figura pública, Kumamoto ha sido ejemplo de coherencia, transparencia y comunicación constante y efectiva con los ciudadanos del distrito local que representa, en el municipio de Zapopan. A lo largo de sus muchos años en la política, López Obrador ha sido siempre ejemplo de opacidad y de un sospechoso coqueteo con el autoritarismo conservador.

Es difícil determinar el futuro del joven político jalisciense. Su victoria definitiva en la corte es motivo de esperanza para muchos ciudadanos, desencantados de la democracia por la manera como se comportan todos los partidos políticos, incluido Morena, especialmente cuando se trata de defender su financiamiento con dinero de los mexicanos. Para hacer su tarea, Kumamoto ha escuchado la voz de muchos de sus representados, y ha sabido, junto con su equipo, estructurar inteligentemente una agenda para conseguir los votos necesarios en el congreso local para conseguir la aprobación de su propuesta. No es tarea menor, recordando que Kumamoto es el único diputado sin partido en el poder legislativo estatal, y no tiene nada que ofrecer a cambio más que su gran capital ético y político. López Obrador, por su parte, no suele escuchar ni críticas ni sugerencias. Su pensamiento, de corto alcance, se estructura en torno a unas cuantas ideas simples e irrefutables que convierte en artículos de fe, para generar adherentes cuya labor es reconocer el dogma dentro de su prédica. No negocia: impone o divide, identificando a sus críticos con lo que él llama la “mafia del poder”. Mafia con la que, al menos, sostiene relaciones estables, pues nunca ha abandonado el sistema que ha financiado los tres partidos a los que ha pertenecido en su carrera.

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Foto: mientrastantoenmexico.mx

Algunas personas ya empiezan a candidatear a Pedro Kumamoto para los altos cargos del país. Yo espero que se tome las cosas con calma y que, con el apoyo de su distrito electoral, haga primero una fructífera carrera legislativa local, pues en este proceso ha elegido la vía de la formación ciudadana y la organización en torno al bien común. Pienso que esa es la receta que tanto en Jalisco como en el país necesitamos para romper el círculo vicioso, antidemocrático, que administra la partidocracia mexicana. Y luego ya veremos, si  después de un tiempo el diputado Kumamoto ha mantenido el rumbo de comunicación, transparencia y honestidad que ha demostrado hasta hoy. Andrés Manual ha demostrado que no le interesa ni la comunicación, ni la educación, ni la transparencia. Solo cuenta con su imagen de político honesto y austero. Y como, en la política, la honestidad y la transparencia van de la mano, no puedo más que concederle el beneficio de la duda. De AMLO espero que termine lo más pronto posible su carrera política, y se retire a descansar a su rancho pintoresco. Como dice Jaime López, no más héroes, por favor.

La receta para el futuro de la democracia en México requiere una desintoxicación de caciques y líderes mesiánicos, y muchos más de ciudadanos responsables y participativos, actores de la construcción del bien común y de determinar el rumbo del gobierno a quien le concedió el ejercicio del poder. Menos AMLOs y más Kumamotos.

Post Data: Morena no impugnó. Este post fue publicado anoche, hacia las 10:30 p.m. Hoy por la mañana, tanto Morena como Pedro Kumamoto explicaron que no fue AMLO quien impugnó la ley #SinVotoNoHayDinero, y que fue un comunicado de la Suprema Corte la que generó el malentendido. Nobleza obliga. Pero esto hace el contraste más nítido: una evidencia genera una rectificación inmediata del joven Kumamoto. Para López Obrador, las evidencias que demuestran vicios y corrupción en Morena son solo muestra de la conspiración de la «mafia del poder» en su contra. Utilicé esta falsa impugnación como punto de partida para establecer el contraste entre ambos. Corrijo en esta postdata el señalamiento, pero sostengo el contraste. Una raya menos al tigre.

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El Peje en su laberinto.

En una de esas conversaciones domingueras, alguien me preguntaba si consideraba que Andrés Manuel López Obrador tenía (tiene) posibilidades reales de ganar la elección presidencial de 2018. Si me hicieran esa pregunta el día de hoy, mi respuesta sería la misma: por supuesto que sí, siempre y cuando no dinamite su propia campaña. En sus dos aventuras pasadas, que no son sino los primeros capítulos de esta misma aventura, fueron decisiones del mismo López Obrador las que marcaron un punto de inflexión en su camino a la presidencia. En 2006, mandando al diablo a las instituciones, y callando a la primera «chachalaca» de la nación. En 2012, al tomar decisiones soberbias y obnubiladas sobre el rumbo de una campaña que parecía alcanzar y derrotar a Enrique Peña Nieto. (Recomiendo leer la interesante crónica de aquellos días que Luis Costa Bonino, asesor de la campaña de AMLO para 2012, tiene publicada en su sitio web).

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(Foto publicada en Aristegui Noticias)

El primer strike en su camino a la silla del águila en 2018 se le acaba de contabilizar. Hoy por la mañana el periodista Carlos Loret de Mola presentó en su noticiero un video en el que una diputada local de MORENA en Veracruz, cuyo nombre es Eva Cadena, recibe de otra mujer, a quien no se le ve la cara, medio millón de pesos en efectivo que, de acuerdo con lo que se escucha en el mismo, deberían ser entregados, personalmente, al líder nacional del partido. La diputada los recibe, pregunta por una bolsita para que no se le vaya a desbalagar tanto billetote, y confirma que los entregará a López Obrador en un mitin que se realizó en Las Choapas, municipio donde era candidata a alcalde hasta el día de hoy, pues, como era de esperarse, una vez explotado el videoescándalo, decidió renunciar a su candidatura para no afectar la imagen de MORENA, que equivale a afectar la imagen de López Obrador.

La respuesta del «Peje», como su dicción, se tomó un tiempo demasiado largo para la era de las redes sociales, pero llegó en forma de lacónico tuit, y de videorespuesta. Ambos con un argumento tan conocido como la permanente campaña de Andrés Manuel por la presidencia de la república. Para el líder de MORENA, el video es la evidencia de la desesperación que la «mafia del poder» siente ante el crecimiento de su partido, y ante su inminente llegada a la presidencia. Cada vez que los escándalos de corrupción se acercan a él, su única respuesta es señalar el miedo de ricos y poderosos que quieren desprestigiarlo a él, a quien nunca se le ha podido comprobar un acto de corrupción.  Pero esta historia se ha repetido tanto, que ya suena a cuento viejo.

Para quien hace la honestidad valiente su activo político principal esta respuesta se antoja, cuando menos, insuficiente. Para mí es imposible comparar el caso de Eva Cadena con el de René Bejarano (The Lord of the Leagues): un operador político de AMLO se reúne con un empresario que entrega dinero en efectivo para apoyar a López Obrador. ¿Son ambos videos una trampa con el fin de golpear a López Obrador? Sin duda. ¿La filtración proviene de enemigos de López Obrador? Por supuesto que sí. ¿Son montajes? Aquí tendría que decir que no se puede determinar a partir de lo que se ve en el video.

Y aquí es donde el Peje empieza a trabajar en su autosabotaje. En un momento en que la opinión pública mexicana está rabiosa por la corrupción de los gobernadores priístas, y por la impunidad con la que se trata la corrupción de la clase política, no basta con que López Obrador apele a su honestidad. Ni siquiera basta con la renuncia de Eva Cadena a la candidatura de Las Choapas. López Obrador debería enviar señales claras de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. Durante muchos años el macuspano ha dicho que su gira permanente se financia con su sueldo de 50 mil pesos, pero al mismo tiempo fue renuente a presentar su declaración 3 de 3. MORENA se ha construido sobre la afirmación de no ser igual al resto de los partidos. Pero al mismo tiempo recibe por la vía de la absolución del líder a miembros renegados de todos los partidos. ¿De quiénes recibe apoyo financiero MORENA? ¿Quiénes son los empresarios que contactaron, a través de la mujer anónima, a la diputada Cadena? Una respuesta consistente con la imagen de honestidad que López Obrador quiere proyectar implicaría todo esto.

Pero no. López Obrador opta por el mito sobre la transparencia y las frases prefabricadas sobre los hechos.  Tiene toda la razón cuando señala la corrupción cínica y descarada de la clase política, pero juzga con laxitud pasmosa a los corruptos de su grupo. Y en este tipo de respuesta se asoma el personaje autoritario, autosuficiente y obsesionado con el poder de siempre. Si las elecciones fueran el día de hoy, el Peje sería sin duda el próximo presidente de México, ayudado además por la retórica nativista y antimexicana del loco de la Casa Blanca. Pero todavía falta mucho tiempo para julio de 2018. López Obrador tiene la mesa servida para ser presidente. Pero tendrá que aprender a responder al tema de la honestidad con transparencia y coherencia, y que sus desplantes de mesías ya le han costado dos elecciones.