Credo

Credo
ppbustamante
 
Hicimos este ejercicio en una clase de Formación Relgiosa, con mi singular grupo de 5º de Humanidades. Al escuchar de botepronto algunos de los credos de los muchachos, y luego al leerlos todos tranquilamente en mi escritorio, me di cuenta que si bien había podido motivarlos a expresar su fe en la vida, yo me estaba quedando un poco al margen. Ellos me hicieron creer, una vez más, como todas las mañanas. Este credo no es una joya de poesía, ni pretende serlo. Pero es un recuento inconcluso de algunas de las muchas cosas por las que creo que vale la pena respirar y levantarme cada mañana. ¡Gracias, muchachos de 5º de Humanidades! ¡Yo creo en ustedes!
 
 
Creo
en el poder de las cosas sencillas,
en la flor que se abre
por la mañana,
en la mariposa
que rompe su capullo,
en la gota de rocío
resbalando por la hoja,
y en la mirada transparente
de los niños.
Creo en que aquellos que mantienen
a este mundo dando vueltas
son aquellos que desde el silencio
de sus vidas escondidas
escriben historias maravillosas
de lucha, vida, dolor,
y esperanza.
 
Creo
en que todos fuimos llamados
a una vida en plenitud.
Creo en la madre que engendra
el milagro de un niño en su seno
y en el padre que engendra
a los hijos en su corazón.
Creo en el soldado que se niega
a tirar del gatillo para arrebatar
la vida del inocente.
Creo en la naturaleza
y su explosión de vida sin azar,
creación hecha regalo para todos
por un silencioso amor.
 
Creo
en la sangre derramada
por las causas que hacen
más humanos a los hombres.
Creo en el mártir de la justicia,
así como en el obrero
que regresa muerto de cansancio
cada atardecer a dar de comer
a su familia.
Creo en la mujer
que pasa toda la noche en vela
al lado de la cama
de su hijo enfermo.
Creo en el médico por vocación
en la enfermera
en mis maestros
y en el señor que reparte
los diarios con una sonrisa.
Creo en todos ellos y ellas
cuando se lanzan a la tierra mullida
para morir y germinar
en semillas de vida para los demás.
 
Creo
en la vida, si es vivida con pasión.
Creo en los que se aman
contra viento y marea,
porque entienden que el amor
no es una idea,
sino sudor, entrega y generosidad.
Creo en el guitarrista
que vierte su locura y sensatez
en notas de mil colores.
Creo en el poeta
que late en sus palabras.
Y creo en el muchachito
que se desgañita de alegría
después de haber convertido un gol.
Creo en el que entiende
que la patria no se defiende,
sino que se agradece
y se construye día a día
con responsabilidad.
 
Creo
-también- en todas mis limitaciones
porque ser humano
es palpar cariñosamente
la incapacidad para hacerlo todo.
Creo en mis lágrimas
y mis frustraciones,
mis dolores
y mis soledades
cuando ellos me permiten
reconocerme necesitado
de la mano y el corazón
de los demás.
 
Creo
en los ojos que
me miran con ternura
y misericordia.
Creo que puedo ser amado
a pesar de mis penumbras
y oscuridades declaradas.
Y creo en mi capacidad
para el amor y la ternura,
que amanecen bajo el mismo sol
que mis miedos y egoísmos.
 
 
Creo
en un Dios que se ha
bajado del sagrario,
que salta alegre por las calles,
hace caricias a los niños,
y le repugna la hipocresía
de quien se adjudica
la autoridad para
juzgar a sus hermanos.
Creo en un Dios que baila
en nuestras fiestas,
que llora en nuestros funerales,
y que frente a nuestros pecados
sólo sabe perdonar y perdonar.
Creo en un Dios crucificado,
que decidió, para salvarme,
hacerse como yo.
 
Creo
en el sueño y la utopía.
Creo en la locura
que me hace caminar
viendo hacia delante,
y levantarme siempre
después de tropezar.
Y creo también en la muerte,
como el abrazo dichoso
en que me fundiré eternamente
con la fuente misma
de un amor inagotable.

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